En Santiago de Cuba, donde todavía se levantan nubes de polvo entre los restos del huracán Melissa, un sacerdote decidió hablar con la verdad que duele. El padre Leandro Naun Hung, encargado de atender comunidades rurales olvidadas en las montañas, lanzó un mensaje frontal a sus feligreses: no esperen nada del gobierno, porque nunca llegó antes… y menos llegará ahora.
En su homilía, el sacerdote fue directo, sin adornos, sin consignas y sin miedo. Dijo lo que muchos piensan y nadie en el poder quiere escuchar. Recordó que antes de Melissa esas familias ya vivían con lo mínimo, sosteniendo casas que apenas podían llamarse así, levantadas con cuatro tablas, dos tejas y mucha fuerza de voluntad.
Ahora, tras el paso del ciclón, lo poco que tenían desapareció. Muchos están refugiados con vecinos, parientes o durmiendo entre escombros. Y el Estado, como siempre, brilla por su ausencia.
El padre Naun Hung lo resumió con una frase que recorrió las redes como un latigazo:
“No esperen por la ayuda de nadie. Ellos no tienen ni materiales, ni tejas, ni puntillas para darles.”
No fue un ataque político, sino una radiografía social de las zonas rurales del oriente cubano, donde el abandono no empezó con Melissa, sino hace décadas.
El sacerdote llamó a la gente a hacer lo que el gobierno nunca hizo por ellos: organizarse, apoyarse, reconstruir con sus propias manos, porque si antes de la tragedia oficialismo ni se asomaba por las lomas, ahora mucho menos.
Su mensaje dejó claro algo que el régimen evita reconocer.
Que la miseria no la trajo el ciclón: el ciclón solo terminó de empujar lo que ya estaba en ruinas.
Y que en buena parte de Cuba, la única ayuda real sigue siendo la que surge de la solidaridad entre los propios cubanos, porque de las instituciones solo llegan discursos y promesas que el viento se lleva… igual que las casas de esas familias.
