Colapso sanitario en Cuba: pacientes sin bañarse y comida en bandejas infestadas en el Hospital Psiquiátrico de Camagüey

Redacción

El Hospital Psiquiátrico de Camagüey está viviendo una situación que parece sacada de una película de terror. La institución acumula más de diez días sin suministro de agua, lo que ha dejado a pacientes y trabajadores sometidos a condiciones de insalubridad que el propio personal califica como “criminales”. En un país donde la crisis sanitaria crece a ritmo acelerado, esta realidad se convierte en otro triste espejo del desastre nacional.

La falta total de agua impide algo tan básico como que los pacientes puedan bañarse. Las salas no se limpian, los baños están inservibles y la comida se está sirviendo en bandejas reutilizadas una y otra vez, sin poder lavarlas. Trabajadores denuncian que ya han aparecido gusanos en algunos de estos utensilios, una prueba de que el deterioro llegó a niveles inadmisibles.

Ante la emergencia, la directora del centro, la doctora Ana Josefa, autorizó que se siguieran usando las mismas bandejas aunque no pudieran fregarse. Para el personal, esta medida no solo es incorrecta, sino una sentencia de riesgo para pacientes con vulnerabilidades mentales, muchos de ellos completamente dependientes del cuidado institucional y expuestos a enfermedades por falta de higiene.

En un intento desesperado por buscar una solución, se instaló una turbina para abastecer el hospital de forma provisional. Pero la improvisación terminó en tragedia: la turbina fue robada el mismo día, dejando todo igual de seco que antes y con los trabajadores nuevamente sin herramientas para enfrentar la crisis. Las pipas que deberían abastecer el centro tampoco llegan, argumentando que no hay combustible, la excusa que ya se ha vuelto marca registrada del fracaso estatal.

Médicos, enfermeros y auxiliares aseguran que están trabajando en condiciones inhumanas, sin respuestas eficientes de la administración ni medidas urgentes que reduzcan el daño. Mientras tanto, quienes deberían actuar parecen limitarse a cruzarse de brazos, esperando que el problema se resuelva solo, como si la falta de agua, limpieza e higiene pudiera tolerarse en un hospital psiquiátrico donde los pacientes requieren cuidados especiales y dignidad humana.

El desastre no es puntual, ni accidental. Es una imagen directa del colapso de los servicios básicos en Cuba, donde ni siquiera una institución médica puede garantizar agua, limpieza o condiciones mínimas de salubridad. El resultado es un riesgo sanitario grave no solo para los internos, sino también para el propio personal que lucha cada día en un entorno que se derrumba sin que las autoridades muevan un dedo con seriedad.

Mientras el gobierno sigue hablando de “resistencia creativa” y de un sistema de salud que, según la propaganda oficial, continúa siendo una potencia médica, la realidad demuestra todo lo contrario. En Camagüey, un hospital entero lleva días funcionando como si fuera un campo abandonado, donde los más vulnerables pagan el precio del abandono estatal.

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