Propuesta millonaria… ¿o fantasía viral? Ignacio Giménez vuelve a las redes con su “plan de los 1.100 USD” para cada cubano entregados en los hoteles

Redacción

Ignacio Giménez ha vuelto a encender las redes sociales cubanas, pero no por un plan concreto de cambio político, sino gracias a una promesa tan grandiosa como irreal: entregar 1.100 dólares a cada cubano en la isla a través de los hoteles. Su mensaje, difundido con tono apocalíptico y viral, ha generado memes, burlas y, sobre todo, escepticismo.

Primero tuvo que convencer a Estados Unidos de algo que hoy parece ciencia ficción: lograr que Washington presionara al régimen cubano para dejar entrar ese dinero, sin inventos, sin filtros, sin el clásico “desvío revolucionario”. Y aquí ya la cosa se pone sabrosa, porque si algo no soporta la dictadura es que el pueblo tenga acceso directo al billete sin pasar por la alcancía del PCC.

Después vino otro reto: sentar a la mesa a las mayores compañías tecnológicas del mundo y convencerlas de meter miles de millones en una isla donde hasta los ratones están haciendo colas para irse. Empresas gigantes aportando dinero antes de invertir, apostando por el futuro, por el pueblo y no por una cúpula que lo único que sabe firmar son resoluciones para apretar más al ciudadano.

Pero la cosa no quedó ahí. También fueron necesarias conversaciones con Rusia y China, dos socios históricos de La Habana, que al parecer dieron su bendición al ver que en Cuba ya no queda nada por exprimir. Y con todos estos actores alineados, llegó el momento de diseñar una operación financiera y logística que en cualquier país normal sería complicada, y en Cuba es prácticamente magia negra.

El plan incluye trabajar con el Banco Financiero Internacional, con la empresa TRASVAL para mover el efectivo, con SEPSA –que depende del MININT– para garantizar que nadie se robe lo que siempre se roban, y hasta con el Ministerio de Turismo para usar los 400 hoteles de la isla como puntos de entrega del dinero. Si esto termina pasando, por primera vez en décadas los hoteles van a servir para algo que no sea ordeñar a turistas o esconder escasez.

Ignacio también asegura que el régimen va a cambiar fichas, sacando a cinco funcionarios ineficientes y sustituyéndolos por cinco mujeres comprometidas con sacar al país del hueco. Si eso ocurre, el pleno del Comité Central de los días 12 y 13 de diciembre será la coronación de una movida política que nadie vio venir y que puede poner a correr a más de un dinosaurio del Partido.

Entre el 6 y el 22 de diciembre se realizarían las entregas de los mil cien dólares en todos los hoteles del país. Primero irían «los que siempre confiaron». Luego «los escépticos» cuando vean que los primeros salieron con la mano llena. Y al final llegarían «los que hoy amenazan, insultan y gritan, esos que descubrirán que pasarse de la raya en un país donde todo está cambiando puede salirles caro».

El cubano-español se presenta como un “abogado y experto en reconstrucción” que, según él, ha negociado con Estados Unidos, Rusia, China y las principales tecnológicas del mundo para que los cubanos reciban dinero en efectivo antes de que “el Comité Central haga su parte”. Giménez asegura que todas estas gestiones culminarán entre el 6 y el 22 de diciembre, con un calendario que divide a los confiados, a los escépticos y hasta a quienes lo atacan en redes.

Pero la historia de Ignacio no es nueva. Desde 2021 ha prometido derrocar el régimen castrista, movilizar 200 mil millones de dólares de supuestos litigios en tribunales de Dallas y confiscar mansiones de la familia Castro. Ninguno de estos anuncios se ha comprobado jamás. Sus transmisiones en vivo, que en teoría mostraban “pruebas, sentencias y pruebas de la disposición de fondos”, han terminado siendo eventos fantasma que dejan a seguidores esperando por revelaciones que nunca llegan.

El problema no es solo que sus promesas suenan descabelladas. Es que Ignacio Giménez ha construido su narrativa alrededor de la esperanza y la desesperación de millones de cubanos. Mientras describe cómo coordinará la entrega de dólares en hoteles estatales y privados, su historial muestra un patrón: prometer grandes cambios sin presentar una sola evidencia verificable, ya sea sobre sus litigios millonarios o sobre el supuesto apoyo internacional que asegura tener.

Especialistas legales han señalado que, según las normas de ética profesional en Estados Unidos y España, Ignacio no puede presentarse como abogado ni difundir supuestos resultados de litigios sin pruebas. Ni la Corte del Northern District of Texas ni ningún registro público respalda sus afirmaciones sobre los 43 pleitos millonarios que dice manejar.

Lo que hoy es viral —el reparto de 1.100 dólares— no es más que un nuevo capítulo en la saga de promesas grandilocuentes de Giménez, que reaparece cada cierto tiempo con un bulo que hace arder las redes. En este caso, su narrativa ha sido suficientemente atractiva para que miles compartan y comenten, pero insuficiente para generar hechos reales.

El fenómeno Ignacio Giménez revela un vacío peligroso: la necesidad de líderes y soluciones que muchos cubanos sienten, frente a un régimen que no ofrece alternativas reales, y cómo figuras mediáticas pueden capitalizar esa desesperación con promesas imposibles. La entrega de 1.100 dólares en hoteles, como él la plantea, es solo el último truco de marketing viral de un personaje cuya credibilidad ha sido puesta en duda una y otra vez.

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