Régimen confirma que no disponen de insecticidas, combustible ni los equipos necesarios para realizar fumigaciones masivas en Cuba

Redacción

El gobierno cubano terminó reconociendo en televisión nacional algo que la gente en la calle lleva meses viviendo: el Estado no tiene combustible, ni insecticidas, ni máquinas en condiciones para fumigar como antes, y por eso ya no puede hacer campañas masivas contra el mosquito. Una admisión dura en plena crisis de chikungunya, que estalla por casi todo el país mientras las autoridades siguen tratando de poner parches sin recursos ni estrategia real.

La confesión salió en el programa Buenos Días, donde la viceministra de Salud Pública, doctora Carilda Peña García, explicó que ya no existe capacidad para cubrir todo el territorio como en las grandes campañas de 2017 y 2018, cuando el zika estaba descontrolado. Hoy el problema es simple: no hay cómo ni con qué.

En su intervención reconoció que las limitaciones de combustible y pesticidas impiden operar a gran escala contra el dengue, el zika y la chikungunya. Dijo claramente que “no le van a llegar al universo”, una forma diplomática de admitir que el sistema sanitario cubano ya no responde ni medianamente a las necesidades básicas de salud pública.

El deterioro no solo es de insumos. Las máquinas fumigadoras llevan tantos años de explotación que ya casi no rinden. Según la viceministra, ni siquiera los operarios pueden avanzar como deberían porque los equipos están destrozados, obsoletos y dando lo último. Es el reflejo perfecto de un Estado que lleva décadas funcionando con lo que queda, sin inversión real y con resultados cada vez más trágicos.

Peña confirmó que Cuba mantiene transmisión activa de dengue y chikungunya en casi todas las provincias, salvo Isla de la Juventud y Mayabeque, aunque allí también se han detectado casos. Los números oficiales son alarmantes: más de 39 mil síndromes febriles en una sola semana y 7,700 nuevos casos sospechosos de chikungunya, más del doble que en la semana previa. También 137 PCR positivos, una cifra que sigue creciendo.

Ante este panorama, la fumigación se limita a zonas puntuales, manzanas específicas donde los contagios ya son evidentes. Ya el país no tiene ni combustible ni insecticida para fumigar barrios enteros como antes. La Habana, Santiago de Cuba y Granma apenas pudieron acercarse al 90% de lo programado, y eso ya fue “lo mejor” que se logró. Del resto del país ni se dieron cifras, lo cual lo dice todo.

A pesar del caos sanitario, el régimen sigue echándole la culpa a la gente común, repitiendo el viejo discurso de que el problema está en los patios y los tanques de agua. Llaman a eliminar depósitos caseros pero no ofrecen una solución estructural a una epidemia que ya desbordó cualquier capacidad real del sistema de salud, que vive su peor momento en décadas.

La admisión pública llega justo en el pico del año, cuando aumentan los casos, los hospitales están abarrotados y más de un centenar de pacientes graves y críticos se reportan cada semana, muchos de ellos niños. El país está atrapado en una crisis epidemiológica severa en la que el mosquito avanza sin freno porque el Estado está sin recursos, sin respuestas y sin un plan que funcione.

En una Cuba donde hasta la fumigación, uno de los símbolos históricos de la salud pública revolucionaria, se ha venido abajo, la realidad es clara: el régimen ya no tiene herramientas para enfrentar la epidemia, y el mosquito está ganando la batalla.

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