“Trabajo voluntario” con botas de 200 dólares y abrigo Adidas: burlas y críticas contra Díaz-Canel por meterse al surco con Machi en Artemisa

Redacción

Las imágenes de Miguel Díaz-Canel fingiendo participar en una jornada de trabajo voluntario en Artemisa este domingo encendieron las redes cubanas con una mezcla de risa, indignación y fastidio. El gobierno quiso venderlo como un homenaje al Che Guevara, pero muchos usuarios vieron algo muy distinto: otra sesión de fotos para la propaganda oficial, mientras la realidad nacional se cae a pedazos.

La Presidencia publicó en X varias fotografías del gobernante supuestamente sembrando en la empresa Agroindustrial Los Tamarindos. Lo acompañaban altos cuadros del Partido Comunista y también Lis Cuesta, que vuelve a aparecer con ese aire de “primera dama sin el título”.

El mensaje oficial repetía el viejo libreto: jornada nacional de trabajo voluntario para recordar el primer trabajo productivo encabezado por el Che hace 66 años. Desde la tarima improvisada, Osnay Miguel Colina, presidente de la comisión que organiza el próximo Congreso de la CTC, soltó el discurso habitual, asegurando que el Che veía el trabajo productivo como fuente de riqueza y símbolo del espíritu solidario nacional. También habló de hospitales, escuelas y décadas de movilización obrera, como si ese cuento todavía convenciera a alguien en pleno 2025.

Pero las redes no compraron ni medio de la historia. Bastaron unos minutos para que el post oficial fuera inundado de comentarios sarcásticos, críticas y carcajadas. Los usuarios se fijaron en todo: el chándal Adidas nuevecito, los tenis caros, las poses estudiadas para la cámara, y la rigidez de alguien que nunca ha pasado calor bajo el sol sembrando ni un boniato.

Muchos cubanos cuestionaron la sinceridad del show y recordaron que el país vive una crisis alimentaria y agrícola histórica, donde no hay recursos, las cosechas se pierden, y el campo sigue abandonado. En ese contexto, ver al dirigente posando con una herramienta que ni sabe agarrar resultó insultante para quienes sí madrugan todos los días para intentar producir con nada.

Varios comentarios también señalaron la ironía del discurso guevarista repetido con ropa de marca importada, algo que en otros tiempos habría sido denunciado como “diversionismo ideológico”, aquel pecado mortal que tanto servía para reprimir estudiantes y jóvenes en décadas pasadas.

En lugar de generar admiración o adhesión, la escenificación dejó aún más al descubierto el desgaste absoluto de la propaganda del régimen, que insiste en reciclar imágenes y discursos de una época que ya nadie cree. La reacción popular mostró el abismo entre el guion oficial y la realidad: un pueblo cansado, descreído y cada vez más dispuesto a reírse en la cara del poder.

El resultado fue un alud de críticas que no solo se burló de la puesta en escena, sino que también retrató el estado de ánimo del país. La gente está harta, con humor corrosivo y sin miedo a burlarse públicamente, porque ya nadie puede tomarse en serio estas performances impostadas mientras la crisis ahoga a millones de cubanos.

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