Las denuncias sobre la insalubridad en el Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas, en Santiago de Cuba, están poniendo la piel de gallina a medio mundo. Pacientes y familiares aseguran que el centro está tan deteriorado que, lejos de curar, parece diseñado para enfermar aún más a quienes entran por sus puertas.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada destapó el avispero con imágenes y testimonios que hablan por sí solos. Lo que debería ser un lugar seguro se ha convertido en un laberinto de mugre, abandono y peligro. Y lo peor: sucede justamente en áreas destinadas a personas con padecimientos crónicos, la gente que más protección necesita.
Las fotos publicadas en Facebook muestran el estado de la Sala 5D, un espacio que ya no parece una sala hospitalaria, sino un sitio olvidado por completo. Hay inodoros rotos y cubiertos de suciedad, puertas en ruinas, bañeras sin limpiar durante días y tuberías que botan agua con un olor que espanta. Los pasillos están encharcados y la basura se acumula como si la recogida fuera un lujo.
Un familiar confesó bajo anonimato algo que duele escuchar: “Entrar a un baño es un reto… no debería ser así para un enfermo.” Y tiene razón. En un hospital, el baño debe ser un alivio, no una prueba de supervivencia.
Riesgo para gente vulnerable
Todo este desastre no es solo desagradable. Es peligroso. Las infecciones intrahospitalarias matan, y en Cuba las cifras oficiales nunca salen completas, pero todos saben que el problema existe. Un paciente que entra con una sola enfermedad podría salir con otra peor, simplemente por exponerse a un entorno que debería estar esterilizado y controlado.
En la práctica, el hospital está fallando en lo esencial: proteger la vida. Y cuando un centro de salud se convierte en un foco de riesgo, el miedo se instala entre los familiares, que ven cómo el deterioro avanza mientras las autoridades siguen mirando hacia otro lado.
La dignidad también se enferma
Estas denuncias no solo destapan un problema sanitario. También ponen sobre la mesa un golpe directo a la dignidad humana. Un hospital sin higiene es un símbolo brutal del abandono estatal, un recordatorio de que el régimen invierte millones en hoteles vacíos pero es incapaz de garantizar un baño limpio a un enfermo.
La situación del Juan Bruno Zayas exige una intervención urgente, no un parche ni un discurso vacío. Porque cuando la suciedad se normaliza, cuando el abandono se vuelve rutina, el enfermo pierde mucho más que la salud. Pierde el derecho a ser tratado con respeto.







