Régimen invirtió miles de dólares en «remodelar» mercado agropecuario en Guantánamo, pero sus tarimas lucen vacías solo meses después de abierto

Redacción

Cuando el mercado agropecuario La Punta reabrió en abril tras una remodelación costosa, los guantanameros respiraron aliviados. Por fin un espacio moderno, con estantes llenos y facilidades de pago por Transfermóvil. Pero siete meses después, la esperanza se convirtió en decepción: los estantes lucen casi vacíos y el desabastecimiento se volvió la norma.

Las fotos publicadas por el periódico oficial Venceremos el 22 de noviembre lo confirman. La escena que antes inspiraba optimismo hoy refleja una realidad que muchos en Guantánamo ya conocen demasiado bien: estanterías prácticamente vacías, productos desaparecidos y promesas incumplidas.

Al inicio, la oferta parecía prometedora: carne, condimentos, maíz molido y otros básicos. Pero la “escobita nueva” no tardó en perder efectividad. La falta de sistematicidad en el abastecimiento devolvió al mercado a la incertidumbre y escasez de siempre, demostrando que el huracán Melissa solo vino a agravar un problema estructural que ya existía.

La Punta debería recibir suministros de varias fuentes: polos productivos de Arroyo Hondo, Chutines, La Jabilla y Santa María; cinco Cooperativas de Crédito y Servicios; casas de cultivo de Loma Blanca; Agricultura Urbana y Suburbana; y usufructuarios de la Empresa Municipal Agroindustrial Guantánamo. Con tantos proveedores, nadie entiende cómo es posible que los estantes sigan vacíos casi todos los días.

El problema no parece ser la falta de producción, sino la gestión. Las promesas de abril se diluyeron en meses, y La Punta volvió a convertirse en un símbolo de expectativas incumplidas. Sin un control real sobre la cadena de suministro, cualquier remodelación, por más vistosa que sea, queda en pura escenografía.

No es un caso aislado. En julio, el mercado «La Cuba» en Ciego de Ávila mostró un patrón similar: productos disponibles solo para la visita de altos dirigentes y desapareciendo inmediatamente después. La abundancia temporal parece ser más una foto para la prensa que una solución real para la población.

Mientras tanto, los cubanos enfrentan salarios que cada día alcanzan menos, precios que se disparan y un peso cubano que se desploma frente al dólar en el mercado informal. Las ferias de alimentos que el gobierno organiza son parches, no soluciones, y no resuelven los problemas estructurales que arrastran décadas de mala planificación y centralización.

Según el economista Pedro Monreal, la crisis agropecuaria actual supera incluso al Período Especial. Entre topes de precios que fracasan, mercados vacíos y especulación, los ciudadanos del oriente del país viven una situación insostenible. El huracán Melissa solo dejó más al descubierto lo que muchos ya sabían: sin incentivos reales, libertad de mercado y control efectivo sobre la producción, los mercados cubanos seguirán siendo vitrinas vacías con estéticas remodeladas.

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