El régimen cubano volvió a reconocer lo que la gente viene denunciando hace meses: la crisis epidemiológica está fuera de control. Este lunes, las autoridades admitieron que 33 personas han muerto por enfermedades transmitidas por mosquitos, en un país donde el dengue y el chikungunya avanzan como si nada y donde el sistema de salud ya no puede esconder su derrumbe.
Según publicó el diario oficialista Granma, la viceministra de Salud, Carilda Peña García, explicó que 12 de esas muertes corresponden a dengue, con siete menores de edad entre las víctimas, aunque no se molestaron en ofrecer las edades exactas. Los otros 21 fallecidos se atribuyen al chikungunya, donde también hubo 14 menores entre los muertos, nuevamente sin detalles concretos. En la habitual maniobra de maquillaje, la funcionaria aclaró que tres de los casos ya habían sido informados antes como fallecimientos por dengue.
Aunque el Ministerio de Salud insiste en que los síndromes febriles muestran una supuesta tendencia a la baja, la misma funcionaria reconoció que la mayoría de las provincias están en ascenso, con un corredor endémico completamente desbordado. Solo Matanzas y la Isla de la Juventud se salvan —por ahora— de estar en categoría de epidemia.
Las autoridades han repetido una y otra vez que los niños son el grupo más golpeado por el chikungunya, un dato que ya no sorprende a nadie cuando el país carece de medicamentos básicos y hasta de condiciones higiénicas mínimas.
El panorama de contagios sigue empeorando. En solo una semana se registraron 5.717 nuevos casos sospechosos de chikungunya, casi todos diagnosticados únicamente por síntomas debido a la falta de pruebas. Con esto, el acumulado nacional ya llega a 38.938 enfermos, de los cuales solo 1.260 pudieron confirmarse mediante PCR. El dengue también sigue haciendo estragos en todas las provincias y en los 43 municipios del país, sin excepción.
Con un brote de este tamaño, el gobierno decidió que todo paciente con síntomas compatibles se considerará positivo, una solución “de emergencia” que en realidad solo refleja la incapacidad del sistema sanitario para responder a la epidemia.
La viceministra también reconoció un aumento preocupante del índice de infestación del mosquito Aedes aegypti, que ya alcanza el 0,89 %, con territorios como Camagüey, Pinar del Río, Santiago de Cuba, Sancti Spíritus y La Habana entre los más golpeados.
Mientras el gobierno intenta maquillar estadísticas para aparentar control, los cubanos enfrentan falta de insecticidas, ausencia de medicinas y un deterioro sanitario tan profundo que cualquier brote se convierte en tragedia. Una realidad que el régimen insiste en esconder, aunque el país entero la vive a diario.







