Las latas de la vergüenza: así llegó la ‘ayuda’ a los damnificados en Cuba

Redacción

Hay historias que uno desearía que fueran exageraciones del cubaneo, pero no: parece que en Granma están repartiendo latas con frijoles fermentados como si fueran delicatessen de emergencia. La denuncia llega de la activista cubana Irma Lidia Broek, quien asegura que estos “alimentos” —si todavía pueden llamarse así— fueron entregados a familias damnificadas. Sí, en pleno 2025, Cuba sigue sorprendiéndonos… pero para mal.

En Granma, donde en la televisión repiten como disco rayado eso de la “atención priorizada” a los afectados, lo que llegó fue una lata. Pero no una llena de esperanza ni de solidaridad, sino una que parece haber vivido tres vidas dentro de un almacén antes de ver la luz. Frijoles hinchados, descompuestos, brillosos de ese aceite que te recuerda que algo ahí ya comenzó a podrirse en serio.

La denuncia de Broek en Facebook es casi un grito en texto. Publica fotos, describe la peste y apunta directamente a quienes deberían velar porque la ayuda llegue en condiciones dignas. Habla de “latas podridas para nuestros viejos, regalo de los jefes revolucionarios”, y su pregunta retumba entre líneas: ¿de verdad todavía hay alguien que aplaude al Partido Comunista? Porque, según ella, hacerlo es clavar “un clavo más en nuestro ataúd”. Y en ese punto, ya no se trata de una lata vencida; se trata de una metáfora vivita y coleando del desprecio institucional.

Pero claro, siempre hay excusas. Que si el calor, que si se almacenó mal, que si el bloqueo… ya sabemos el rosario. Sin embargo, las reacciones de los usuarios pintan un cuadro más completo —y más triste—. Hay quienes aseguran que esas latas llevan años durmiendo el sueño eterno en almacenes militares mientras el pueblo pasa hambre. Otros hablan de donaciones recicladas, reservas viejas, comida de descarte. Y uno que fue directo al punto: “definitivamente nos quieren matar poco a poco”.

Entre la indignación, aparecen chispas de humor negro, ese humor que es casi un mecanismo de defensa en Cuba. Uno dice que “eso parece mierda”, otro jura que son “las de la reserva”. Nos reímos, sí, pero la risa no quita la imagen dura: un anciano abriendo esa lata creyendo que es ayuda, y encontrándose cara a cara con un olor que asusta hasta a los muertos.

En teoría, esas latas debían servir de consuelo para quienes lo perdieron todo tras las últimas inclemencias. En la práctica, son el recordatorio de un sistema que ya ni siquiera intenta ocultar su decadencia. Cuando repartes frijoles fermentados como ayuda humanitaria, el desastre deja de ser natural y pasa a ser político, moral y estructural. El huracán pasa, pero el sabor rancio que deja la miseria institucional se queda.

Y aunque algunos intentan etiquetar esto como fake news, la experiencia de décadas dice lo contrario. Cada vez que un ciclón sacude Cuba y se abre la famosa “reserva”, aparece el festival de la descomposición: arroz húmedo, sacos mordidos por ratones, chícharos duros como piedras y latas que parecen rescatadas del Titanic. Que ahora aparezcan frijoles fermentados no sorprende a nadie. De hecho, ya casi es tradición. Una tradición de esas que nadie quiere, pero que el sistema insiste en repetir.

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