La nueva arremetida del régimen contra el mercado informal de divisas ya está haciendo tambalear a miles de familias dentro y fuera de Cuba. La ofensiva no es poca cosa: la dictadura está apretando el cerco contra los canales alternativos usados por los cubanos en el exilio para enviar remesas sin pasar por las manos del Estado. Como resultado, varias plataformas que operaban desde Miami, Panamá y México han tenido que bajar la cortina.
La propaganda oficial lo vende como una “batalla contra redes ilegales de divisas”, pero todos saben que detrás de esa consigna lo que hay es un intento desesperado por obligar al exilio a mandar su dinero por los caminos controlados por GAESA, esa maquinaria militar que se chupa cada dólar que entra al país.
El médico y activista Alexander Figueredo, conocido como Doctor Patria, lo dijo sin rodeos en X: “Todas las agencias por donde los cubanos podíamos mandar dinero sin pasar por las garras de la dictadura están cerrando”. En otro mensaje remató con una frase que muchos comparten: ese pulpo que todo devora ahora quiere tragarse también las remesas.
Lo más que duele es que estas vías perseguidas ni siquiera eran empresas oficiales, sino inventos creados por cubanos para burlar al Estado y ayudar a los suyos sin que la dictadura tocara un centavo. Durante años, ese circuito discreto mantuvo a flote a miles de hogares que dependen de dólares para comer, curarse o simplemente sobrevivir. Pero ahora está bajo fuego directo del MININT, que presume de haber desmontado “estructuras ilegales” dirigidas desde el exterior, incluyendo una supuestamente coordinada desde Miami por el exiliado Humberto Julio Mora Caballero.
Según el discurso oficial, estas redes movieron más de mil millones de pesos y unos 250 mil dólares en siete meses. Pero lo que no dicen es la verdad más simple: el Estado perdió el control de las remesas y está tratando de recuperarlo a la fuerza, como siempre ha hecho con todo lo que genera independencia.
En Cuba, cualquier vía “legal” para mandar dinero acaba obligatoriamente en los tentáculos de GAESA. FINCIMEX, AIS, los bancos estatales… todo bajo el mismo paraguas militar. GAESA funciona como un banco central en la sombra, sin transparencia, sin auditorías y sin rendir cuentas, mientras acumula divisas en secreto mientras la gente vive entre apagones, inflación y escasez.
Cuando la administración Trump sancionó a GAESA en 2020, Western Union se largó y dejó a todo el país en el aire. Desde entonces, los cubanos en el exilio se vieron obligados a buscar rutas por fuera para que sus familias no pasaran más trabajo del que ya pasan. Ahora, el régimen trata de dinamitar esos mismos caminos. “No voy a mandar un dólar por ahí. Eso es financiar al verdugo”, dijo Figueredo. Y para muchos, esa frase es casi una política familiar.
Pero ni usando las vías oficiales el cuento mejora. A finales de año, una cubana en Alemania denunció que mandó 2,200 euros por el Banco Metropolitano y que dos meses después el dinero todavía no aparecía. La excusa fue absurda: “no hay efectivo para pagarlo”. Y como ella, miles. Bancos sin liquidez, depósitos congelados, clientes que tienen que suplicar para retirar su propio dinero… el sistema financiero de la dictadura está en quiebra moral y técnica.
Todo esto ocurre mientras la Isla se sumerge en una pobreza que ya no se puede maquillar. Estudios recientes revelan que casi el 90% de los cubanos vive en pobreza extrema. Es la remesa la que mantiene a flote a millones, porque los salarios en pesos no alcanzan ni para comprar un cartucho de huevo, mucho menos medicamentos o aseo. Y la contradicción sigue siendo la misma: la gente cobra en pesos, pero todo lo venden en MLC. El régimen creó ese Frankenstein económico y ahora culpa al mercado informal por las consecuencias.
Desde hace semanas, el Banco Central y los medios oficialistas han iniciado una cruzada para demonizar el mercado informal de divisas. Acusan a El Toque y a otros medios independientes de “distorsionar las tasas”. La activista Amelia Calzadilla les respondió con claridad: “No es El Toque quien encarece el dólar. Es el gobierno el que creó un país donde todo se compra en divisas y nada se produce en pesos”. Su comentario dejó al descubierto el absurdo completo.
En el fondo, todo se reduce a control. El régimen quiere vigilar cada dólar, cada envío, cada transferencia. Mientras más se derrumba la economía, más desesperado se vuelve el Estado por sujetar las pocas fuentes de divisas que le quedan. Y esa estrategia apunta a tres cosas: reforzar los canales oficiales de remesas, debilitar la economía privada que depende del mercado informal, y mantener al pueblo atado al poder mediante la dependencia forzada.
Figueredo volvió a resumirlo mejor que nadie cuando afirmó que el bloqueo real es interno: “Cuba no se cae por falta de remesas, se cae porque la dictadura destruye todo lo que toca, incluso lo que mantiene vivo al pueblo”. Y ese es el dilema actual de la diáspora: enviar dinero por las vías estatales es, para muchos, financiar la represión; pero dejar de enviar es condenar a sus familias a pasar todavía más trabajo.










