Si alguien esperaba milagros tras la visita de Díaz-Canel a Santiago de Cuba, la realidad se encargó de dar el portazo. “De ayuda real, nada”, dicen los vecinos del Cayo, y lo dicen con razón: la destrucción sigue ahí, intacta, como si el huracán Melissa hubiera pasado ayer mismo. La visita presidencial llegó, posó, habló… y se fue. ¿Soluciones? Bien, gracias.
Según denunció el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, lo que dejó el mandatario a su paso fueron más escoltas que respuestas. Toda una coreografía oficial montada para la ocasión, pero ni un centímetro de avance en la reconstrucción. Y es que, aunque el aparato estatal se movió completo para “recibir al presidente”, la gente afectada por el huracán sigue esperando la ayuda que nunca aterriza.
El famoso jueves —ese día que muchos habitantes del Cayo esperaban como quien aguarda un salvavidas— pasó sin gloria. Mayeta contó en Facebook que en Cayo Granma había “más seguridad que población”. Y cuando el show terminó, lo que quedó fue lo mismo de antes: casas destruidas, techos rotos, familias enteras mirando al cielo con miedo a la próxima lluvia. Nada cambió, excepto las fotos que salieron en los medios oficiales.
Y si algo dejan claras las imágenes compartidas por la comunidad, es que la prioridad no es el pueblo. El techo azul del muelle, que es vital para la vida diaria de quienes viven allí, sigue totalmente partido. Pero, curiosamente, otro techo azul —el de un pariente del hijo de la delegada-diputada Sandy Almeida— ya fue reparado. Y no solo eso: a esa familia, que se mudó “por pura casualidad” tres días antes del huracán, también le cayeron colchón, olla y techo nuevo. Lo que es tener suerte… o contactos. “Cuando se quiere, se puede… pero solo para algunos”, resume Mayeta.
Mientras tanto, las historias de quienes sí necesitan la ayuda siguen siendo la verdadera cara del Cayo. Ahí está Manuela, o “Nela”, una anciana que vive sola y vio cómo el huracán le arrancó el techo una vez más. Ya le había pasado en el huracán Sandy, cuando solo recibió parches con palos viejos que hoy son pura madera podrida. Nadie la visita, nadie le responde, nadie la escucha.
Otro caso es el del coronel retirado Marcelo, que solo ha avanzado porque una MIPYME habanera se compadeció y ha ido colocando techos por puro gesto solidario. Los propios vecinos lo reconocen: “Los mipymeros, esa gente sí merece respeto”. Jóvenes del Servicio Militar y emprendedores privados son quienes realmente han hecho el trabajo. “Porque, a no ser por ellos, nadie más ha venido”, recoge Mayeta.
Todo esto ocurre mientras continúan los discursos sobre apoyo, recuperación y eficiencia. Pero en el terreno lo que hay es simple: techos destruidos, casas abiertas al sol y la lluvia, y un mar de promesas que vuelan con el viento. Mayeta lo resume con claridad: se trata de “vivir del cuento”, rellenar informes bonitos y salvar apariencias. El pueblo, mientras tanto, sigue en ruinas.
Para colmo, el reportero también desmintió una de las imágenes que los medios estatales usaron para “demostrar agradecimiento popular”. La mujer que recibió efusivamente a Díaz-Canel, Teresa, tiene una historia diferente a la que se vio en televisión. Según los vecinos, ella ha recibido múltiples donaciones del grupo de ayuda social Conducta: refrigerador, cama, ollas, ropa… pero todo lo ha revendido. Aun así, fue la escogida para mostrar gratitud ante las cámaras. Cosas de la propaganda.
Al final, la sensación general en el Cayo es la misma: cansancio, decepción y un hastío que ya cuesta disimular. “El pueblo está cansado, pero no ciego”, recuerda Mayeta. La visita oficial pasó, las cámaras se fueron, los escoltas desaparecieron… pero los problemas siguen donde mismo estaban. Y de ayuda real, nada.










