Si alguna vez te has preguntado qué puede comprar un jubilado cubano con su pensión mensual, prepárate, porque la respuesta no solo duele: indigna. Un nuevo video viral de la influencer Ari de La Habana dejó al descubierto, sin filtros ni maquillaje, la miseria en la que sobreviven miles de ancianos en la isla. “Esto es lo que puede comprar un jubilado con su pensión”, dice el título del clip… y lo que muestra después es un retrato duro, directo y que muchos preferirían no ver.
Ari de La Habana (@ari_delahabana), que hace apenas unos días rompió corazones denunciando la muerte de su abuelo por chikungunya, regresó a las redes con otro golpe emocional. Esta vez, decidió poner a prueba lo que un anciano puede comprar en Cuba con su pensión mensual: 3,000 pesos, que al cambio informal apenas llegan a los 6.7 dólares. Sí, leíste bien: menos de 7 dólares para vivir un mes entero.
“Esta es la pensión mensual de un jubilado en Cuba, acompáñame a ver qué nos podemos comprar con esto”, dice Ari al inicio del video, mientras camina por varias tiendas con la esperanza —casi ingenua— de encontrar algo “económico”. El tono es sereno, pero el mensaje es devastador: ella sabe que no hay milagro posible.
Después de caminar un buen rato bajo el sol, Ari entra a una Mipyme, esos negocios privados que el régimen prefiere llamar “pequeñas empresas” para no admitir que son la única parte de la economía que todavía respira. Allí, con los billetes en la mano, empieza a sumar los precios como quien hace magia con una calculadora rota. Al final, esto fue lo que pudo comprar:
- Dos bolsitas de pan (600 CUP)
- Una pequeña mantequilla (600 CUP)
- Un champú (900 CUP)
- Detergente para fregar (650 CUP)
- Un jaboncito (200 CUP)
Total: 3,000 pesos exactos. Literalmente todo el dinero de la pensión. Y lo que queda sobre la mesa es una imagen que habla sola: productos mínimos, básicos, insuficientes incluso para pasar una semana. “Esto es todo lo que puede comprar un jubilado en Cuba con su pensión”, dice Ari antes de terminar el video. Un cierre que deja un sabor más amargo que la propia realidad.







