En Cuba, conseguir una cerradura o un saco de cemento puede ser casi una hazaña. Por eso, el anuncio de una ferretería que abrirá las 24 horas del día suena casi a milagro. Pero no es ficción: antes de que termine 2025, la empresa privada Y. Ferreira planea inaugurar en Santa Clara su cuarto local, esta vez enfocado en ferretería, justo frente al parque Antonio Maceo, según informó la Agencia Cubana de Noticias (ACN).
Lo que más llama la atención es que este punto de venta funcionará ininterrumpidamente, las 24 horas. Algo impensable para la red estatal de comercio, famosa por horarios limitados, productos escasos y sistemas de pago obsoletos. Un verdadero cambio de juego, aunque con matices.
La ferretería ocupará parte de un inmueble que antiguamente albergó una lavandería estatal, ahora fragmentada entre viviendas y proyectos de desarrollo local. El espacio estaba casi en ruinas, sin acceso a agua, y todo el rescate del local ha sido financiado por completo con capital privado.
Según Norge Lugones Martín, administrador de Y. Ferreira, la idea era rescatar el “objeto social” original del inmueble, aunque ya no existía en su totalidad. La reconversión, dice, responde a “una necesidad real de la población”, porque los pocos sitios donde se venden productos de ferretería, como la famosa Candonga, funcionan con revendedores que triplican precios.
Claro, la paradoja salta a la vista: el mercado informal fue demonizado durante años, pero ahora el capital privado autorizado y vigilado se encarga de suplir la demanda, aunque bajo sus propias reglas. Precios competitivos sí, pero no para todos los bolsillos.
Y. Ferreira promete respaldo de mercancías, precios diferenciados y aceptación de todas las pasarelas de pago. La idea es ofrecer estabilidad y no depender de revendedores. Sin embargo, la experiencia demuestra que la mayoría de los cubanos no podrá costear muchos de los productos, dado que el salario medio estatal apenas alcanza para una brocha decente. Incluso habrá una pequeña sección de alimentos, aunque el núcleo sigue siendo ferretería.
El local, con un 80% de ejecución, ha costado unos 12 millones de pesos y su restauración incluyó pisos, techos, seguridad y ambientación, a cargo de cuatro empresas privadas locales. Además, se realizaron mejoras en el entorno: limpieza, aceras y alumbrado. Mientras tanto, la red estatal sigue paralizada por falta de presupuesto, mostrando un contraste evidente: el sector privado marca el paso.
Vecinos como Damarys Ballate Machado celebran el rescate del espacio y el embellecimiento urbano, pero otros, como Lizie Esther García Díaz, se preguntan si los precios serán accesibles para las familias trabajadoras. La ferretería despierta entusiasmo y escepticismo a partes iguales.
La inauguración está prevista antes de que termine el año, aunque sin fecha concreta. Lo que sí queda claro es que abrirá en un país donde comprar lo esencial sigue siendo un reto: incluso con dinero, muchas veces no hay dónde adquirirlo, y cuando hay, no todos pueden pagarlo.










