El rapero cubano Leandro Medina Fellové, mejor conocido como Insurrecto, terminó en manos de las autoridades migratorias de Estados Unidos después de verse envuelto en un accidente en Fort Myers, apenas minutos después de cerrar su último concierto en el sur de la Florida. Lo que parecía una simple parada policial terminó convirtiéndose en un huracán legal.
En redes sociales corrió la versión de que el artista habría estado manejando bajo los efectos del alcohol cuando fue detenido por la policía local. Hasta ahí, un mal rato más. Pero el problema se disparó cuando, justo antes de que lo liberaran, aparecieron agentes de ICE y lo trasladaron directo al centro de detención Florida Soft Side South.
La historia no terminó ahí. A las pocas horas, Insurrecto fue movido nuevamente, esta vez hasta un centro de detención en Arizona, dejando a familiares, amigos y seguidores completamente desorientados. Nadie sabe a ciencia cierta cómo avanza su caso ni cuáles serán los próximos pasos en su proceso migratorio. El silencio institucional solo alimenta la preocupación.
El rapero venía de cerrar una pequeña gira por el sur de la Florida, un intento por reencontrarse con la comunidad cubana del exilio que lo acompañó en sus tiempos de gloria. Su idea era recuperar parte del brillo que tuvo en los 2000, cuando formó parte de Clan 537, aquel dúo legendario que marcó a una generación con letras callejeras que se colaron en los barrios pese a la censura del régimen cubano.
Para muchos, Insurrecto fue voz, desahogo y resistencia. Pero su vida en Estados Unidos no ha sido precisamente una línea recta. Ya en 2023 lo habían arrestado en Nebraska tras un altercado en una gasolinera. Y antes, en 2019, estuvo envuelto en un incidente en un Sedano’s de Miami, además de una agresión que sufrió en un concierto en Las Vegas.
Aun con esos tropiezos, Medina intentaba reconstruir su camino artístico dentro de la diáspora cubana. No alcanzó grandes éxitos comerciales, pero mantenía el respeto de quienes recuerdan su impacto en el rap de la isla.
Hoy, ese pasado queda en pausa mientras enfrenta un presente incierto. Insurrecto está bajo custodia de inmigración, lejos de su familia, lejos del escenario y lejos de cualquier certeza. Su caso es otro recordatorio de lo rápido que puede cambiar el destino de un artista que carga con fama, historia y, sobre todo, errores que ahora pesan más que nunca.







