Cada 4 de diciembre, Cuba despierta encendida de rojo, entre tambores, velas y promesas. Ese día, miles de cubanos salen a rendir homenaje a Santa Bárbara, figura que en la religiosidad popular se funde con Changó, el Orisha del trueno, del fuego y del tambor. Una mezcla poderosa que define buena parte del espíritu del país.
Desde temprano, los hogares, los templos y hasta las calles respiran ese aire de fe que se te mete en el pecho. Se prenden velas, se colocan ofrendas y el repique de los tambores marca el paso de una devoción que no se ha dejado apagar ni por la crisis ni por el tiempo.
En el Santuario Nacional de Santa Bárbara, en Párraga, La Habana, la multitud se vuelve mar rojo. Flores, vino tinto y manzanas se levantan como símbolos de fuerza y agradecimiento. Allí se mezclan, sin contradicciones, el fervor católico y la tradición yoruba, como un abrazo que recuerda quiénes somos y de dónde venimos.
“Cada año le doy gracias por mantenerme con salud y trabajo”, contó Dayana, una joven habanera que, como tantos, enciende velas rojas pidiendo prosperidad. Porque más allá de los templos, la devoción se sostiene en las casas, en los portales, en los patios… un refugio íntimo frente a lo duro del día a día en Cuba.
Para los católicos, Santa Bárbara es la mártir que defendió su fe hasta el final. Para los creyentes de la religión yoruba, Changó es el rey indomable del rayo y el tambor, un guerrero que no abandona a los suyos. Ambos representan una misma energía: justicia, fuerza interior y resistencia.
El vínculo entre ellos nació en los tiempos de la colonia, cuando los africanos esclavizados ocultaban su fe detrás de figuras católicas para poder mantener vivas sus creencias. Ese sincretismo —que hoy es parte esencial de nuestra identidad— no fue casualidad, sino un acto de resistencia espiritual frente a la opresión.
La imagen de Santa Bárbara con su espada y su torre, y la de Changó empuñando su hacha doble, se encuentran en un mismo símbolo de poder. Una misma fe que no entiende de prohibiciones ni de silencios.
Changó es alegría y coraje. Es el que defiende la verdad y castiga al mentiroso. Su presencia se siente en los toques de batá, en los cantos heredados de las abuelas y en cada familia que hoy celebra con orgullo lo que somos: un pueblo que, pese a todo, mantiene vivas sus raíces.
Kabiosile Changó. Bendita Santa Bárbara.
La tradición sigue. Y mientras siga, seguirá latiendo Cuba.










