La Habana amaneció este sábado con un espectáculo que ya se está volviendo costumbre: una multitud desesperada agolpada frente al Hotel Habana Libre, empujada por el rumor de que repartirían 1.100 dólares por persona, supuestamente promovidos por Ignacio Giménez. Y aunque el cuento era más sospechoso que un huevo a 300 pesos, la gente igual salió corriendo, porque en un país donde no alcanza ni para el arroz, cualquier promesa suena a salvación.
Desde temprano empezaron las filas bajo el portal del hotel. Hombres, mujeres, jóvenes, gente mayor… todos esperando a los misteriosos equipos de “pullovers amarillos” que jamás aparecieron. El video que circuló en redes muestra exactamente lo que pasa cuando la miseria se junta con la incertidumbre: un gentío confundido, hablando en voz baja, mirando a todos lados, tratando de entender si estaban ante un milagro o ante otro cuento chino.
Mientras tanto, los vecinos observaban desde las aceras cómo el tumulto crecía a cada minuto, paralizando la avenida 23. El tráfico se volvió una misión imposible y el ambiente era pura expectativa… hasta que finalmente quedó claro que no había absolutamente nada.
La historia se repitió casi calcada en Santiago de Cuba, frente al Hotel Santiago. Decenas llegaron con la misma ilusión y terminaron enfrentándose al despliegue policial enviado para dispersar a la gente, según reportó el periodista independiente Yosmany Mayeta. La desesperación del pueblo, eso sí, no hizo más que aumentar.
El Ministerio de Turismo salió corriendo a desmentirlo todo, asegurando que la información era falsa, que nadie estaba repartiendo nada y que no existía ninguna entrega de dólares. Pero a esa altura el rumor ya había corrido como pólvora por Facebook y WhatsApp. Y cuando la mentira llega primero, ya la verdad ni siquiera encuentra taxi.
Lo que ocurrió hoy no es culpa de la gente. Es el retrato crudo de un país donde la pobreza y la falta de transparencia han creado el caldo perfecto para que cualquier ilusión, por absurda que parezca, movilice a cientos. La gente no está corriendo detrás de un influencer; está corriendo detrás de una esperanza que el propio régimen les quitó hace mucho tiempo.
En Cuba, un rumor mueve más personas que una convocatoria oficial. Y cuando eso pasa, ya no estamos hablando de desinformación: estamos hablando de un país agotado, vulnerable y hastiado, donde la desesperación se volvió parte del paisaje.







