La creadora de contenidos Ana de Cuba volvió a encender las redes con una denuncia que retrata, sin maquillaje, el desastre bancario que sufre el país. La joven contó que el banco estatal le obligó a depositar 1.200.000 pesos cubanos en su tarjeta y ahora, para colmo, no le permiten retirar su propio dinero. Una burla más del sistema que controla cada centavo que entra y sale de los bolsillos del cubano.
Ana explicó que, después del depósito forzoso, descubrió que el límite mensual de extracción es de apenas 120.000 pesos. Eso significa que tendrá que pasarse diez meses yendo al banco para recuperar lo que ya es suyo. Como si estuviera pagando una penitencia por confiar en la “banca socialista”.
La influencer contó además que los cajeros automáticos tienen un límite diario todavía más ridículo. El efectivo sale a cuentagotas, cuando sale, y las colas son eternas. Para colmo, su tarjeta aparece como desactivada sin explicación alguna. Ni puede transferir, ni sacar por cajero, ni obtener una respuesta clara porque nadie en ese sistema se siente obligado a rendir cuentas. Esa es la marca registrada del régimen.
Las redes reaccionaron con indignación. Y con razón. Cada día aparecen más cubanos denunciando bloqueos de cuentas, extracciones imposibles, trabas absurdas y demoras interminables. El régimen impulsa el uso forzoso de tarjetas y transferencias electrónicas en un país lleno de apagones, con bancos sin liquidez y con una infraestructura tecnológica que parece sacada de un museo soviético. El resultado es siempre el mismo: el pueblo queda atrapado entre el dinero digital que no puede usar y la escasez de efectivo que nadie logra resolver.
Este caos bancario no es un accidente. Es parte del mismo modelo que ha hundido la economía cubana. Un sistema donde un puñado de militares, tecnócratas y represores decide cómo circula cada dólar y cada peso, mientras el país se desangra económicamente. GAESA acapara divisas, el Banco Central inventa discursos para justificar el desastre y el MININT persigue a quienes logran mover la economía real desde el mercado informal.
Esa pelea interna por el control del dinero ha convertido la vida en Cuba en un laberinto. Los tecnócratas hablan de mercados cambiarios “más realistas” mientras la Seguridad del Estado criminaliza a quienes hacen posible ese mercado. La cúpula militar quiere más dólares pero bloquea todo lo que no pase por sus manos. Y la gente sigue hundida entre pesos que no valen nada y dólares que no puede comprar.
La consecuencia directa es visible: menos comida, menos oferta, más precios y más miseria. Las mipymes, golpeadas por la persecución al mercado informal de divisas, ya han reducido importaciones. Lo que hoy ves en los bodegones es la última bocanada del año; el vacío real llegará en los primeros meses del 2026, cuando empiece a faltar de verdad la mercancía.
Mientras tanto, historias como la de Ana de Cuba dejan claro que en la isla no existe un sistema bancario funcional. Lo que existe es un mecanismo de control, una maquinaria diseñada para vigilar al pueblo, exprimirlo y mantenerlo subordinado. Un banco donde el dinero es tuyo… hasta que al régimen no le convenga que lo sea.










