La novela eléctrica cubana volvió a escribir otro capítulo triste, esta vez con el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, anunciando que la termoeléctrica Antonio Guiteras, en Matanzas, no tendrá el mantenimiento profundo que necesita para sobrevivir. Según él, es por un “problema coyuntural”, esa palabrita mágica que en Cuba lo mismo sirve para una rotura que para tapar años de abandono y descontrol.
En vez del mantenimiento capital, la Guiteras solo recibirá una parada exprés en enero de 2026. Un mescito de descanso para ver si aguanta hasta el verano, ese infierno donde el calor y los apagones se vuelven una sola cosa. Mientras tanto, el Gobierno intenta mantener respirando a Felton, otra planta igual de inestable, igual de maltratada, igual de crítica para el país.
De la O Levy trató de vender optimismo desde las páginas del Granma, al decir que varias termoeléctricas volverán a generar tras reparaciones programadas. Pero incluso él tuvo que reconocer que tener más unidades en línea no significa que el sistema esté fuera de peligro, porque todo depende del combustible… y el combustible, como siempre, está desaparecido en combate.
Hoy más de mil megawatts de generación distribuida están apagados por falta de diésel y fuel oil. El propio ministro asumió que ese hueco seguirá ahí en 2026 porque no hay dinero para mover el país, así de simple. Ni con renovables, ni con milagros, ni con discursos.
En medio de ese panorama, la Guiteras vuelve a quedar atrapada en su maldición: demasiado frágil para operar sin riesgos y demasiado imprescindible como para desconectarla y repararla como es debido. Un equilibrio absurdo que solo existe en la Cuba del castrismo, donde la improvisación es política de Estado.
El ministro admitió que el próximo año será “difícil”, que habrá menos apagones que en 2025 pero que la oscuridad no se va a ir a ningún lado. La historia es la misma de siempre: promesas, excusas, palabras bonitas, y al final el resultado lo sufre la gente, esa que cocina con resistencia y duerme con la ventana abierta por falta de corriente.
Mientras el régimen juega a “sostenella y no enmendalla”, Cuba entera sigue pagando el precio de décadas de mala gestión, corrupción y abandono. Y la Guiteras, esa vieja guerrera que marca el pulso del SEN, queda otra vez como símbolo del desastre: rota, necesaria y sacrificada por un gobierno incapaz de garantizar lo más básico.










