Los hoteles Meliá en La Habana volvieron a recordarle al país quién tiene derecho a celebrar y quién está condenado a mirar desde afuera. En plena crisis económica, con apagones interminables, con el arroz a precios de oro y con un pueblo que rebusca para poner algo en la mesa, la cadena hotelera ―amiga del régimen y símbolo del privilegio importado― anuncia cenas navideñas con precios que solo pueden pagar los mismos que nunca se enteran de que en Cuba hay miseria.
Para el 24 de diciembre, Meliá ofrece una Cena Buffet que llega con copa de bienvenida, tres bebidas y otra copa de cava para brindar. Todo muy elegante, muy europeo, muy desconectado de la realidad cubana. Los niños pagan 35 USD o 14 mil CUP. Los adultos, 75 USD o 28 mil CUP. Una cifra que para cualquier cubano promedio es ciencia ficción.
La noche estará acompañada por el grupo Three Sunset, música para ambientar un evento donde el consumo que ellos venden como “normal” equivale al salario de varios meses de un maestro, un médico o un obrero estatal. Ese mismo obrero que hoy sobrevive entre apagones y refrigeradores vacíos.
Para el 31 de diciembre, la cosa sube todavía más. Meliá anuncia su Cena de Gala con precios de 40 USD para niños y 85 USD para adultos, o su equivalente en CUP, que es básicamente decirle al cubano común: “Esto no es para ti”. Y mientras DJ Reitt & Shanara ponen la música, la otra mitad del país estará contando los minutos para que vuelva la luz, si es que llega.
Aquí está la contradicción obscena: una Cuba partida en dos, donde el turismo y la élite del sistema celebran con cava, música en vivo y buffets occidentales, mientras la gente de los barrios pelea por un pedazo de pollo, un saco de arroz o un rato de electricidad para que los niños duerman.
Meliá y el régimen llevan años viviendo en ese matrimonio simbiótico donde uno pone el glamour y el otro pone el país como finca privada. Pero cada anuncio como este es un recordatorio brutal de lo lejos que están del pueblo y lo cerca que están del poder.
Lo que más indigna no es el evento en sí, sino la normalización del lujo en un país donde la Nochebuena se ha vuelto un privilegio. En un país donde una cena “normal” ya es un lujo, Meliá vende una cena de lujo como si Cuba tuviera algo que celebrar.
Y mientras ellos descorchan cava, el cubano de a pie hace cuentas para ver si alcanza aunque sea para un pan con algo.
Ahí está el verdadero retrato de fin de año en Cuba. Y es tan amargo como el apagón de medianoche.







