Un nuevo ataúd terminó en el asfalto en algún punto de Cuba, con el cuerpo expuesto ante cualquiera que pasara, como si la dignidad humana fuera un lujo. El episodio, captado en fotos y compartido por Irma Lidia Broek y por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, vuelve a confirmar el derrumbe total del sistema funerario en la isla, que ya sobrevive a golpe de remiendos, falta de control y pura desidia estatal.
Las imágenes hablan solas. El carro fúnebre avanzaba por una avenida cuando el féretro cayó al pavimento, se abrió y dejó el cadáver a la vista. Los conductores del vehículo tuvieron que bajarse a recoger el cuerpo como si estuvieran cargando un saco, no a un ser humano. La escena causó espanto, indignación y esa mezcla de tristeza y rabia que los cubanos ya conocen demasiado bien.
No se ha precisado el lugar exacto del incidente, pero en realidad ya ni hace falta. Esto está pasando de un extremo a otro del país. Cada semana aparece un caso nuevo, siempre igual de bochornoso, siempre mostrando el mismo deterioro profundo, siempre dejando claro que ni en la muerte hay descanso en una nación donde todo está roto.
El problema no es un hecho aislado. Es la foto precisa de un sistema funerario reventado por años sin mantenimiento, con carros viejos que ruedan por inercia, compuertas que no cierran, amarres improvisados y ataúdes mal construidos porque no hay madera, no hay clavos, no hay nada. Y en medio de ese vacío, las familias terminan pagando el precio más cruel.
La caída del féretro vuelve a poner sobre la mesa la falta total de respeto por la dignidad humana. Lo que debería ser un último adiós en paz se convierte, en demasiados casos, en un espectáculo indigno que marca a los familiares para siempre. Ni el duelo se salva del derrumbe que vive el país.
Según Mayeta, este nuevo episodio es solo otro síntoma del abandono institucional que corroe todos los servicios públicos. Si los hospitales colapsan, si el transporte colapsa, si la alimentación colapsa, ¿por qué el sistema funerario sería la excepción? En Cuba, hasta los muertos pagan las consecuencias del caos.
Hace apenas unas semanas, otro carro fúnebre dejó caer un ataúd en Sancti Spíritus y los familiares tuvieron que recogerlo a mano, en plena calle, con una mezcla de vergüenza y dolor. Las autoridades no responden. Los problemas no se arreglan. Y los cubanos siguen viendo escenas que en cualquier país serían impensables.







