Dengue y chikungunya arrasan en Cuba: una epidemia que crece al ritmo del colapso del país

Redacción

La expansión del dengue, el chikungunya y otras arbovirosis en Cuba está desatada. En apenas semanas, los contagios se han multiplicado al mismo ritmo que empeoran la situación sanitaria, la crisis de alimentos y la escasez brutal de medicamentos. Es el escenario perfecto para que cualquier brote se convierta en un incendio imposible de apagar.

Un informe reciente del Food Monitor Program (FMP) describe con crudeza lo que el régimen intenta maquillar: la epidemia avanza en un país donde la mayoría de la gente vive con malnutrición, sin medicinas y con un sistema de salud que ya no responde ni en lo básico. Según la organización, miles de cubanos enfrentan estas enfermedades con el cuerpo agotado por la falta de proteínas, vitaminas y hasta agua potable segura, una combinación letal que debilita las defensas y complica cualquier recuperación.

El Ministerio de Salud Pública admitió desde octubre que en la isla circulan al mismo tiempo el dengue y el chikungunya, con transmisión activa en toda la geografía nacional. Los reportes oficiales hablan de “decenas de miles” de casos, pero médicos, pacientes y comunidades enteras aseguran que los números reales son muy superiores. Y nadie en Cuba se traga ya las cifras que publica el régimen.

El informe de FMP detalla que el brote se intensifica por el deterioro sanitario, la falta de combustible para fumigar y el caos estructural de los servicios públicos. En muchos barrios, la acumulación de basura, la escasez de agua corriente y la inexistencia de una alimentación adecuada forman un caldo de cultivo perfecto para el mosquito Aedes aegypti. Con un 90 % de los hogares sufriendo inseguridad alimentaria, según la propia organización, es lógico que gran parte del país esté con defensas por el piso.

La desnutrición afecta incluso la forma en que estas enfermedades evolucionan. FMP explica que el desgaste físico y emocional que arrastra la población hace que los síntomas del dengue y el chikungunya sean más intensos, que la recuperación sea más lenta y que aumenten las complicaciones peligrosas, como el dengue hemorrágico. Un organismo debilitado no tiene cómo defenderse, y esa es la realidad de millones de cubanos hoy.

El informe es claro: la isla vive una interconexión de crisis en la que la emergencia epidemiológica se mezcla con el hambre, la pobreza extrema y el colapso de los servicios esenciales. En hospitales y policlínicos escasean desde sueros hasta analgésicos. Los precios en el mercado informal se han disparado, y cada vez más médicos abandonan el país o el sector, dejando a la población en un nivel de vulnerabilidad nunca visto.

Mientras tanto, el régimen intenta reaccionar con medidas que dejan en evidencia la magnitud del desastre. Una de las recomendaciones más recientes del Ministerio de Salud fue pedir a las familias que administren vitaminas y omega 3 para aliviar las secuelas articulares del dengue y el chikungunya, especialmente en niños. Esto sustituye, de manera chapucera, los tratamientos especializados que deberían proporcionar los servicios de salud.

Como si fuera poco, ante la falta de sueros, el gobierno también ha pedido a los ciudadanos que preparen sus propias soluciones de rehidratación con azúcar, sal y agua hervida. Una medida que ha sido duramente cuestionada por expertos, porque traslada al pueblo una responsabilidad que debería asumir un sistema sanitario mínimamente funcional. En un país donde los casos graves aparecen con fiebre alta, vómitos y diarreas intensas, dejar a la gente improvisando en sus casas es casi criminal.

Hoy nadie sabe cuándo terminará esta ola epidémica. Las autoridades lo reconocen abiertamente: no hay fecha, no hay control real y todas las provincias están bajo transmisión activa. La combinación del dengue y el chikungunya, junto al derrumbe sanitario del país, está creando una situación de transmisión sostenida sin precedentes.

Para millones de cubanos, esta crisis no es solo un brote más. Es la prueba de que el sistema colapsó hace rato y que enfrentan enfermedades cada vez más peligrosas sin el respaldo de un Estado que dejó de funcionar.

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