Cuando uno piensa en un joyero de Miami, lo primero que imagina es un hombre rodeado de cajas fuertes repletas de relojes millonarios, vitrinas de cristal blindado y un olor constante a cuero y dinero nuevo. Pero el cubanoamericano Carlos Marcelín, uno de los nombres más respetados de la relojería en Miami, acaba de romper ese estereotipo con una revelación que dejó a medio mundo boquiabierto: su colección personal de relojes no es lo que todos esperaban.
Carlos, conocido por moverse entre piezas exclusivas que solo los bolsillos más pesados pueden cargar, decidió mostrar en redes sociales su “colección personal”. Y claro, sus seguidores ya estaban afilando el ojo para ver un festival de Rolex, Patek Philippe y Richard Mille dignos de un museo del lujo. Pero lo que encontraron fue una historia completamente distinta.
En el video, Marcelín comenzó mostrando algunas de las joyas que pasan a diario por sus manos: un Rolex Presidente de 60 aniversario valorado en 60 mil dólares, un Patek Philippe 5712 que llega fácilmente a los 100 mil, y un Richard Mille que, sin pestañear, alcanza los 175 mil dólares. Relojes que la mayoría solo conoce por fotos… o por verlos en la muñeca de artistas y millonarios.
Pero después vino el giro inesperado. Carlos confesó que, a pesar de tener acceso directo a todas estas maravillas, su propia colección personal se reduce a un solo reloj. Sí, uno. No es un error de cálculo, ni un truco viral: un solo reloj.
“Muchos me han preguntado cuáles son los relojes de mi colección personal, y hoy por primera vez se las voy a enseñar”, dijo mientras abría una caja fuerte llena de compartimentos… vacíos. Y entonces sacó su única pieza: un Rolex Submariner de 1975, regalado por su familia cuando cumplió 50 años. Un reloj que, más que lujo, carga historia.
¿La razón por la que no acumula relojes? Su respuesta fue tan sencilla como contundente: “Prefiero invertir en mi negocio y hacer crecer mi patrimonio”. Después de 15 años dedicados a la alta relojería, Marcelín no necesita llenar su casa de piezas multimillonarias para disfrutarlas. Él las tiene todos los días en sus manos, en su taller y en su vitrina. Y su pasión no está en poseer, sino en construir.
Lejos de presumir, su gesto fue una declaración de principios: reinversión, humildad y enfoque. No se trata de cuántos relojes guardas, sino del legado que estás creando mientras trabajas con ellos.
Hoy Carlos Marcelín, también conocido como “Carlos el relojero”, no solo es uno de los expertos más respetados en relojería de lujo en Miami; también es la prueba viviente de que el éxito verdadero no siempre se mide por lo que tienes, sino por lo que construyes. Con más de medio millón de seguidores, su autenticidad sigue marcando la diferencia.







