Cargamento de colchones donados por Alemania sale destino a Cuba para los damnificados del huracán Melissa ¿Serán entregados por el régimen?

Redacción

Un cargamento con mil filtros de agua y mil colchones salió este lunes del aeropuerto de Fráncfort con rumbo a Cuba. La Embajada de Alemania en La Habana lo anunció en redes con fotos del envío y un mensaje claro: es parte del apoyo ante la emergencia humanitaria provocada por el huracán Melissa, que dejó al oriente del país en ruinas y a miles de familias sobreviviendo entre escombros y mosquitos.

La misión diplomática explicó que los insumos fueron enviados por el Servicio Federal Alemán de Ayuda Técnica. Todo empacado, listo, directo para la isla. En teoría, para los afectados. En la práctica, ya tú sabes el cuento completo.

La publicación generó agradecimientos, sí. Pero también destapó otra ola de incredulidad. Y es que el cubano ya está curado de espanto. El pueblo vio demasiadas donaciones terminar en tiendas en MLC, en almacenes del Estado o en manos de los mismos dirigentes que nunca hacen cola, nunca pasan hambre y nunca duermen en colchones que se hunden.

La gente lo dijo sin pelos en la lengua. “Ojalá lleguen al oriente y no pase lo de siempre”, escribió un usuario. Otro fue más directo: “Eso termina vendiéndose”. Y hubo quien fue al grano: “Lo que necesita Cuba no es colchones, es libertad”.

Incluso ciudadanos alemanes entraron en la conversación. Uno preguntó públicamente si existe garantía de que esos recursos lleguen de verdad a las comunidades afectadas, recordando que la ayuda sale de los impuestos de los contribuyentes. Y la duda es lógica: la transparencia en Cuba es un unicornio, todo el mundo habla de ella pero nadie la ha visto.

Una cascada de donaciones… y una misma preocupación

Lo de Alemania no es un caso aislado. Desde noviembre llegan barcos, aviones y contenedores con ayuda de medio mundo. China mandó comida, colchones, equipos solares y materiales de construcción. La ONU envió miles de lonas para hogares destruidos. Colombia entregó agua potable en Santiago. Todo eso suena bonito en papel. Pero otra vez aparece la pregunta que persigue cada cargamento internacional: ¿a manos de quién llega realmente?

Mientras las autoridades posan para las cámaras, en la calle la desconfianza sube como la marea. Cada donación despierta la misma alarma: “Cuidado, que de aquí al otro día está todo en divisa”.

No es paranoia. Es experiencia acumulada.

Melissa destruyó 90 mil viviendas y dejó un hueco humanitario gigante, especialmente en el oriente. Las familias afectadas lo han perdido casi todo. Y aun así, cuando llegan estos recursos, la preocupación no es si alcanzan… sino si el régimen permitirá que la ayuda vaya directo a quien la necesita, sin comisiones políticas ni desvíos para hoteles, militares o funcionarios.

Las redes están encendidas porque el pueblo sabe que la verdadera emergencia no es solo el ciclón, sino la opacidad de un sistema que convierte hasta una simple donación en otra oportunidad para engordar su maquinaria de control.

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