Si alguien todavía dudaba de la magnitud de la crisis alimentaria en Cuba, bastaba con ver las imágenes que salieron este fin de semana desde Alamar: una multitud corriendo detrás de un camión como si no existiera un mañana, todo por la esperanza de comprar un poco de arroz. Sí, arroz, ese alimento básico que debería estar garantizado y que hoy se ha convertido en una carrera de supervivencia.
La escena fue descrita perfectamente por la activista Irma Lidia Broek, quien compartió en Facebook varias imágenes que se hicieron virales al instante. “Un pueblo entero detrás de un camión”; “El hambre domina la sociedad… Toda esta multitud detrás de un camión para comprar arroz”, escribió, dejando claro que no se trataba de un evento aislado, sino del reflejo de una crisis que se agrava cada día.
Y no hay que exagerar: en los videos se ve la desesperación pura. Gente corriendo a toda velocidad, algunos empujándose, otros intentando llegar primero antes de que se acabe el producto. La escena recuerda más a una estampida que a una simple cola. Un retrato duro, pero demasiado común en la Cuba actual.
Lo más triste es que esto ya forma parte del paisaje cotidiano. No es raro encontrar multitudes gigantes esperando horas, bajo el sol o la lluvia, para comprar un alimento básico. Pero cuando hablamos de arroz —el acompañante eterno en la mesa cubana— la desesperación se multiplica.
Y si alguien piensa que lo de Alamar fue una exageración, basta con recordar lo ocurrido hace apenas unas semanas en Santiago de Cuba. Allí, la venta de un lote de salchichas terminó en un caos total, cuando agentes policiales lanzaron gas pimienta sobre madres con niños en pleno tumulto. Todo porque la tienda de Micro 3, en el reparto El Salao, era el único punto de venta asignado para esos productos.
Las imágenes de mujeres cubriendo a sus hijos, gente llorando por el ardor del gas, y oficiales intentando controlar una multitud desesperada, dejaron al país —una vez más— con la respiración cortada. Lo más irónico (y trágico) es que el episodio ocurrió en un momento en que en Santiago y gran parte del país circulan virus como el dengue y el chikungunya, lo que hace aún más riesgoso cualquier aglomeración.
Ambas escenas, la de Alamar y la de Santiago, son síntomas de un mismo problema: el país está atravesando una crisis alimentaria profunda, donde la falta de abastecimiento provoca caos, ansiedad y episodios de violencia. Para una población ya cansada, estresada y con pocas opciones, cada llegada de un camión se convierte en una batalla por sobrevivir.
Porque al final, detrás de cada carrera y cada cola, hay hambre. Y detrás del hambre hay un pueblo entero que trata de resistir como puede.










