Cuando ICE publica un arresto, normalmente ya uno imagina que la cosa viene seria. Pero esta vez, el caso del cubano Jorge García Hernández puso a temblar las redes y levantó todo tipo de comentarios. Y no es para menos: su prontuario incluye violación de una menor, agresión con lesiones y tráfico de drogas en una propiedad escolar. Una combinación explosiva que lo colocó de inmediato en la lista de “extranjeros ilegales peligrosos” que ICE busca con lupa.
Todo comenzó el 3 de diciembre, cuando agentes de ICE Boston ejecutaron una operación enfocada en personas con historial delictivo pesado. Entre ellos cayó García Hernández, a quien las autoridades catalogaron como “delincuente reincidente” y cuyo origen cubano fue uno de los detalles que más llamó la atención del público. En un país donde los temas migratorios están al rojo vivo, cada detención de un cubano con antecedentes genera titulares… y polémicas.
Según el informe oficial, los cargos de García Hernández no son cosa menor. Las autoridades señalan violación de una menor de 16 años, agresión con lesiones y posesión y distribución de sustancias controladas dentro de una propiedad escolar. Un expediente que, por sí solo, explica por qué ICE lo tenía marcado desde hace rato.
Pero este operativo no se quedó ahí. ICE Boston también reportó la detención de cinco inmigrantes más, provenientes de Cambodia, República Dominicana, El Salvador, México y Cabo Verde. Todos, según la agencia, con delitos igual de graves: violación de menores, agresión agravada con armas peligrosas, robo a mano armada, tráfico de fentanilo y marihuana, e incluso agresiones a oficiales de policía. Una lista que suena más a guion de serie policial que a un parte oficial.
Y mientras estos arrestos se multiplican, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) sigue endureciendo las políticas migratorias. Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, los operativos se han vuelto más constantes, más amplios y, sobre todo, más agresivos. ICE trabaja codo a codo con otras agencias federales y cuerpos policiales estatales, y el mensaje está claro: cero tolerancia para quienes consideren una amenaza.
En ese contexto, los cubanos también están bajo la lupa. En los últimos meses, varios connacionales con antecedentes penales han terminado bajo custodia de ICE, esperando ser deportados. Pero aquí entra otro detalle clave: deportar a un cubano no siempre es tan simple como subirlo a un avión. La Habana, desde hace años, se resiste a recibir a nacionales que cometieron delitos graves en EE.UU., especialmente aquellos que salieron antes de los acuerdos migratorios de 2017.
¿El resultado? Muchos de estos detenidos terminan en un limbo migratorio: ICE los retiene; Cuba no los quiere; y mientras tanto, siguen bajo custodia sin que nadie sepa muy bien qué pasará después.
Lo cierto es que el caso de Jorge García Hernández llega justo en un momento donde la administración Trump ha subido aún más la presión. Ya no se enfocan solo en delincuentes violentos, sino también en personas con procesos migratorios pendientes, aunque no tengan antecedentes. Y con este ambiente, cada operativo se convierte en noticia, cada arresto levanta debate y cada cubano detenido entra automáticamente en el radar público.










