La identificación de Naviel Nuñez como presunto responsable del brutal asesinato de Heidi García Orozco, una muchacha de apenas 17 años, ha dejado a Jovellanos partido en dos. No es solo la muerte de una adolescente lo que indigna: es el hecho de que el acusado era su pareja y, para colmo, agente policial en Varadero. Un policía que debía proteger, no destruir vidas.
La información que corre entre los vecinos describe a Nuñez como un tipo rodeado de líos, estafas y cuentos turbios. Se habla de una moto que nunca terminó de pagar, de un dueño que tuvo que ir a la policía para recuperar lo suyo, y de una bicicleta eléctrica que le entregaron para trabajar y que luego inventó que le habían robado en un asalto fantasma. Todo un historial de trampas que, al parecer, nunca frenó su ascenso dentro del propio sistema.
Pero nada de eso se compara con lo que hizo el domingo. A Heidi la mataron a puñaladas. Siete. Siete veces atacó a una niña que tenía la vida entera por delante. Un acto de violencia machista que le arrancó a una familia su tesoro y dejó al pueblo en estado de shock.
El padre de la joven, desde Estados Unidos, encendió una vela frente a la foto de su hija. Una imagen que ha recorrido toda la comunidad porque simboliza lo más cruel de esta tragedia: la imposibilidad de darle un último adiós por culpa de un sistema migratorio que también aplasta a los cubanos de a pie.
Y ahí está el punto que muchos en Jovellanos no se callan. ¿Cómo es posible que un hombre con antecedentes de estafas y comportamientos dudosos siguiera vistiendo un uniforme policial? ¿Cómo se le permitió ejercer autoridad, portar armas, tomar decisiones sobre otros ciudadanos? La respuesta es la de siempre: un país donde la impunidad es la norma y donde el régimen protege más el prestigio del uniforme que la vida de sus mujeres.
Heidi tenía 17 años. Tenía una familia que la amaba, amigos que hoy no encuentran consuelo y un futuro que nunca conocerá. Mientras, el pueblo exige justicia real, no el teatro de siempre. Y exige también que alguien explique cómo un agresor como Nuñez terminó amparado por la misma estructura que dice defender al pueblo.
Cuba está cansada de despedir a sus hijas en silencio. Cansada de que la violencia machista crezca sin freno mientras el Estado sigue más ocupado en discursos vacíos que en proteger a las mujeres. Y aunque intenten taparlo, el país entero sabe que este crimen no es un hecho aislado, sino parte de una cadena de impunidad que se repite una y otra vez.










