La Fábrica de Conservas Yara en Cuba se quedó literalmente con las manos vacías después de que Raciel Peláez, jefe provisional del centro y director adjunto de la Empresa Estatal Socialista de Conservas, desapareciera del país vía Brasil. Lo que comenzó como un anuncio de “vacaciones en La Habana” terminó revelando un faltante de 16 tanques de puré, presuntamente vendidos de manera ilegal con la complicidad de un almacenero del centro.
Peláez, conocido en los pasillos como “reserva de Pepe el Burro” (Jorge Fidel González Dacal), dejó el cargo sin entregar nada. Mientras tanto, el almacenero Ramón Sellera Vázquez, su mano derecha, se habría beneficiado del desfalco. Hoy, según fuentes internas, Sellera posee tres motos y mantiene dos encargadas en Panamá, una señal clara de enriquecimiento sospechoso.
El trasfondo político no es menor: Peláez fue formado en la Escuela de Cuadros Políticos y considerado un “cuadro de la UJC” (Unión de Jóvenes Comunistas). Su huida, más que un simple acto de irresponsabilidad, es vista por los trabajadores como traición directa, dejándolos sin materia prima para cumplir con su trabajo diario.
Los empleados exigen respuestas inmediatas: una auditoría fiscal completa de la fábrica y de todos los implicados, que los culpables que permanecen en el país paguen por sus delitos, y una investigación exhaustiva para destapar toda la red de complicidades dentro de la empresa estatal.
Lo ocurrido en Yara refleja, una vez más, cómo la corrupción dentro del aparato estatal cubano afecta directamente a los trabajadores y la producción, mientras los responsables encuentran la forma de salir del país y aprovecharse del sistema que se supone deberían proteger.
