La Federación Cubana de Béisbol salió este domingo con un comunicado lleno de diplomacia, cautela y la clásica coletica política del régimen. Confirmaron que Cuba estará en el VI Clásico Mundial de Béisbol, previsto del 5 al 17 de marzo de 2026, pero lo hicieron dejando caer la responsabilidad —y la sospecha— sobre las autoridades migratorias de Estados Unidos.
En su mensaje, la entidad oficial recalca que ya firmaron los acuerdos necesarios, pero que todo depende de que Washington otorgue los visados. Lo dicen con ese tono de “nosotros hicimos lo nuestro, ahora que no se metan en cosas ajenas al deporte”, como si la pelota cubana no estuviera hace décadas amarrada a la política del propio régimen.
También aseguran que tienen lista una preselección de 50 peloteros, incluso algunos de MLB, la Liga Japonesa y la Serie Nacional. Y, claro, también están esperando los permisos de los clubes estadounidenses. El típico burocratismo del “estamos listos… pero falta medio mundo por autorizar”.
Aun así, la verdad es otra: la presencia de Cuba en el Clásico está prácticamente garantizada. El periodista Francys Romero confirmó que no habrá trabas ni por parte de la OFAC ni de las autoridades que siempre ponen el sello final. O sea, no hay drama. No había que adornarlo tanto.
La pre-nómina entregada muestra nombres de peso en Grandes Ligas, como Andy Pagés, Andy Ibáñez, Yoan Moncada, Yariel Rodríguez, Daysbel Hernández y Lázaro Estrada. Una señal clara de que La Habana quiere mantener la línea de “apertura controlada” que ensayó en 2023. Apertura sí, pero bien agarrada al dogal ideológico.
Ahí es donde llega la parte clave: los cubanoamericanos siguen vetados. Peloteros nacidos o formados en Estados Unidos, aunque sean de sangre cubana, aunque pudieran elevar el nivel del equipo, aunque quieran jugar por Cuba… no fueron autorizados. Zach Neto, estrella de los Angels, es uno de los excluidos.
No es casualidad. Es política pura. La Federación puede hablar de competitividad, inspiración y “representar al pueblo cubano”, pero al final la línea roja la marca el gobierno. El mensaje es el mismo de siempre: puedes ser figura en MLB, puedes partirla en Japón, puedes haber nacido en Cuba… pero si no entras por el aro político, no hay uniforme.
Mientras tanto, el régimen intenta vender esta participación como un triunfo del deporte. Pero la realidad es más cruda: el “equipo Cuba” sigue siendo una selección filtrada desde arriba, diseñada no solo para ganar juegos, sino para no contradecir la narrativa del poder.







