Un feminicidio que sacude a Matanzas: asesinan a una adolescente de 17 años en Jovellanos

Redacción

La comunidad de Jovellanos sigue en shock tras confirmarse que Naviel Nuñes es el responsable del brutal asesinato de la adolescente Heidi García Orozco, una muchacha de apenas 17 años que todavía llevaba su uniforme escolar cuando fue atacada. El crimen ha desatado una mezcla de rabia, dolor y frustración en todo Matanzas, sobre todo porque el agresor no era un desconocido: era su novio.

Lo más indignante es que Nuñes no solo formaba parte del círculo cercano de la joven, sino que además era agente de la Policía en Varadero, un detalle que levanta heridas viejas y vuelve a poner sobre la mesa la impunidad con la que suelen moverse ciertos uniformados bajo este régimen que vive de tapar escándalos y minimizar tragedias.

Personas cercanas al caso aseguran que Nuñes tenía una fachada de tipo correcto, pero detrás había una historia bien turbiana. Una fuente que pidió discreción lo describió con contundencia, diciendo que el muchacho “posaba de buena gente, pero era todo lo contrario”. En el pueblo comentan que su nombre aparecía en varios enredos, incluyendo maniobras de estafa que ya habían obligado a más de uno a buscar ayuda policial para recuperar sus pertenencias.

Entre esos episodios se menciona la compra de una moto que nunca pagó, asunto que terminó en tremendo relajo hasta que el verdadero dueño logró recuperarla. También señalan que le habían entregado un bicitaxi eléctrico para que trabajara, pero después salió con la historia de que se lo habían robado en un asalto que jamás ocurrió. Con esa mentira dejó al propietario sin su medio de sustento y ahora dejó a una madre, Mariuska, sin su hija para siempre.

El caso ha encendido aún más la indignación porque, según personas familiarizadas con el sistema judicial cubano, el Tribunal podría aplicarle una condena máxima de 15 años. Sin embargo, por aquello de la “buena conducta”, podría terminar saliendo en solo 5. Para un pueblo que ha visto demasiados crímenes envueltos en silencio oficial y sanciones ridículas, esa posibilidad se siente como una bofetada. Porque mientras la familia de Heidi enfrenta un dolor que no tiene reparación posible, la maquinaria del régimen vuelve a mostrar su rostro torcido, donde la justicia es un lujo y no un derecho.

La muerte de Heidi García se suma al creciente dolor de un país donde las mujeres siguen desprotegidas, donde el Estado se limita a discursos vacíos y donde los agresores, incluso los que visten uniforme, parecen moverse con demasiada comodidad. Y, como siempre, el régimen calla, mientras una comunidad entera clama por la justicia que el sistema nunca garantiza.

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