La Empresa Eléctrica de La Habana finalmente dio la cara tras semanas de quejas y memes de los habaneros por los interminables apagones diarios. La polémica giraba en torno a los llamados “circuitos privilegiados”, esos que nunca se apagan y que mantienen iluminados hospitales, edificios importantes y algunas zonas clave de la ciudad.
En un comunicado publicado en sus redes, la empresa reveló que existen 57 circuitos “no apagables” destinados a proteger hospitales, centros vitales, principales fuentes de agua y cables del sistema soterrado. Además, hay otros 92 circuitos ligados al sistema de protección DAF, que aseguran la estabilidad del Sistema Eléctrico Nacional ante cualquier perturbación o salida de generadoras.
La cuenta es clara: La Habana tiene 301 circuitos en total. Esto significa que casi la mitad de la capital está blindada contra los apagones, mientras el resto de la población debe cargar con las consecuencias, sufriendo horas y horas a oscuras.
Como era de esperar, la reacción de los habaneros no se hizo esperar. Entre el humor y la indignación, la gente cuestiona la lógica del sistema. Algunos se preguntan si los circuitos privilegiados ganaron algún concurso o si se trata de “vanguardias nacionales”, mientras otros proponen soluciones simples: rotar los circuitos no apagables para que los apagones no caigan siempre sobre los mismos barrios.
“Demasiados circuitos no apagables, más de la mitad de los circuitos de La Habana no se apagan. El déficit eléctrico lo pagan siempre los mismos”, comentaba un usuario, reflejando el sentir de muchos. Para él, la Empresa Eléctrica debería revisar la distribución y analizar cómo repartir la carga. No se trata de eliminar los circuitos críticos, sino de evitar que siempre los mismos barrios sufran la oscuridad.
El debate deja al descubierto lo que muchos habaneros ya sabían: la gestión eléctrica es desigual y martiriza a quienes no están en la lista de privilegios. Mientras unos pocos gozan de luz continua, el resto de la ciudad paga el precio con largos apagones, frustración y un recordatorio diario de la falta de planificación del régimen.
En plena capital de Cuba, la luz no es igual para todos, y la ciudadanía lo hace notar: los apagones son un lujo que solo algunos deben seguir pagando.










