Régimen intensifica los operativos policiales contra puntos de venta informales de medicamentos en todo el país

Redacción

La Policía Nacional Revolucionaria anda en una nueva cruzada por varias provincias del país, esta vez contra quienes venden medicamentos y carne en el mercado informal. Así lo soltó Cubadebate, citando el habitual discurso del perfil oficialista Héroes de Azul, esa vitrina donde el régimen intenta maquillar su propia ineficacia.

En Camagüey, según la nota estatal, los agentes incautaron medicamentos destinados a la “venta ilegal”, un delito que el Gobierno describe como un riesgo sanitario, aunque todos en Cuba saben que el verdadero peligro es depender de un sistema de salud que hace rato no puede abastecer ni las farmacias. Durante los registros recogieron equipos médicos, botellones de oxígeno, glucómetros, dinero en efectivo y todo lo que oliera a iniciativa individual. Los implicados quedaron, como siempre, “a disposición de las autoridades”, mientras la población sigue sin pastillas para lo más básico.

La cacería no quedó ahí. También llegaron hasta Guanabacoa, donde dijeron haber encontrado mataderos clandestinos y carne sacrificada sin autorización. Héroes de Azul asegura que la “participación ciudadana” fue clave, como si la gente estuviera ansiosa por ayudar a reprimir, cuando en realidad muchos solo denuncian porque saben que, si no lo hacen, el Estado los aplasta igual. El país está tan tenso que cualquier gesto se vuelve supervivencia.

El Ministerio del Interior salió luego a justificarlo todo, hablando de una supuesta estrategia nacional para combatir el delito y proteger a los vulnerables. Lo que nunca dicen es que la vulnerabilidad la creó el propio régimen, que mantiene a Cuba atrapada entre la escasez, la ineficiencia y la represión.

Incluso en la nota de Cubadebate, donde rara vez se cuelan opiniones incómodas, varios usuarios dejaron claro el sentir popular. Algunos preguntaban cómo identificar a quienes venden medicinas “discretamente”, mientras otros sugerían sanciones suaves, como si el tema se resolviera con multas y no con una política de abastecimiento real.

La preocupación más fuerte vino de quienes dependen de medicamentos para seguir viviendo. Un usuario que se identificó como Ariel confesó que solo gracias a esos vendedores pudo mantener su tratamiento y controlar convulsiones, y se preguntó qué hará ahora si el Estado insiste en perseguirlos. Otro lector, Manuel, fue directo al grano y dijo que no hacen falta redadas, sino permitir que el sector no estatal gestione la importación y venta legal de medicamentos, porque “la solución no puede ser tirar el sofá por la ventana”.

También hubo quien propuso dejar de criminalizar a quienes importan medicinas y convertirlos en parte de la solución, permitiéndoles abrir farmacias privadas bajo supervisión sanitaria. Otros coincidieron en que si el Gobierno quiere acabar con la venta ilegal, tendrá que legalizarla, porque perseguir a la gente no va a llenar los estantes vacíos.

Todo esto ocurre pocos días después de que en La Habana detuvieran a siete personas por vender medicamentos en el parque El Curita, usando agentes vestidos de civil como si estuvieran desarticulando una red internacional de narcotráfico. Lo único que encontraron fueron mochilas llenas de pastillas, ampollas y frascos que el sistema estatal no puede poner en manos de los enfermos.

Los operativos de la PNR y las reacciones populares dejan al desnudo la crisis sanitaria y económica que vive Cuba, donde la escasez de medicinas es crónica, la industria farmacéutica estatal no levanta cabeza y el régimen prefiere reprimir antes que admitir su propio fracaso. En vez de abastecer, regulan. En vez de permitir alternativas, persiguen. Y mientras tanto, la gente sigue resolviendo como puede porque, en esta isla, enfermarse es casi una condena.

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