De de alta en Matanzas bebé que nació infectado con chikungunya y estuvo 46 días intubado en una pelea contra la muerte

Redacción

El pequeño Maylom Martínez Abreu salió finalmente del Hospital Ginecobstétrico José Ramón López Tabranes, en Matanzas, después de 63 días de ingreso y una pelea a muerte que empezó antes de nacer. El bebé llegó al mundo arrastrando una infección por chikungunya adquirida durante la gestación, una de las formas más peligrosas de transmisión, y pasó 46 días intubado, con un cuadro tan crítico que muchos pensaron que no lo contaría.

Su recuperación es un rayo de luz en un país donde la salud pública está hecha pedazos y donde cada historia clínica parece escrita al borde del abismo.

Maylom nació tras una cesárea de urgencia, porque su madre, Litzaidis de la Caridad Abreu Piña, llegó al hospital con casi 39 semanas de embarazo, fiebre alta y diagnóstico positivo a chikungunya. El bebé pesó 3,910 gramos, pero desde el primer segundo estuvo conectado a ventilación mecánica debido a la gravedad de su estado. Al segundo día sufrió una coagulación intravascular diseminada, una complicación que para muchos neonatos es sentencia. Contra todo pronóstico, resistió.

El equipo de Neonatología tuvo que trabajar con lo poco que tenía, exprimiendo recursos que ya ni deberían llamarse recursos. La doctora Liliana Amieva Ruiz reconoció que nunca habían enfrentado un caso así en un recién nacido, y que el proceso fue una escuela forzada. También destacó el trabajo de la fisiatra Adisnay González Rodríguez, quien atendió al bebé mientras ella misma acababa de superar el chikungunya. Fue su intervención la que logró reducir la rigidez articular provocada por el virus y permitió que Maylom pudiera ser extubado.

Esta victoria médica llega en el peor momento posible para Cuba. El país está hundido en una epidemia desbordada de arbovirosis, con hospitales colapsados, falta de insumos básicos, carencia de personal y miles de enfermos deambulando entre policlínicos sin reactivos y salas que parecen zonas de desastre.

El propio Ministerio de Salud Pública reconoció que nueve menores continúan en estado crítico y que 71 personas permanecen graves o muy graves. Aun así, las autoridades insisten en vender una “evolución positiva”, como si repetir la frase fuera suficiente para tapar el derrumbe real que viven pacientes y trabajadores.

Las cifras oficiales tampoco ayudan a creerles. Cuba reconoce más de 42 mil casos de arbovirosis, pero apenas 1,462 confirmados por PCR, un retrato en HD de la incapacidad diagnóstica de un sistema donde los laboratorios apenas respiran. Para colmo, ya admiten 44 fallecidos por chikungunya y dengue, entre ellos varios menores, aunque cada actualización refuerza la sospecha de un subregistro enorme gracias al secretismo habitual y a las denuncias de familias que aseguran que sus casos jamás aparecieron en ninguna lista.

Mientras la población batalla entre fiebres, dolores y mosquitos en casas donde no llega la fumigación, el Gobierno prefiere regañar a la gente por no “hacer autofocal”, como si el descontrol epidemiológico fuera culpa del cubano de a pie y no del colapso total de unas campañas antivectoriales sin combustible, sin personal y sin recursos.

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