El gobernante Miguel Díaz-Canel volvió a tirar de la misma consigna gastada este miércoles, acusando a Estados Unidos de aplicar un supuesto “plan genocida” contra Cuba por el embargo que ya supera las seis décadas. El mensaje lo soltó en sus redes justo en el Día Internacional de los Derechos Humanos, una fecha que, ironías de la vida, suele poner en evidencia no a Washington… sino al propio régimen cubano.
Mientras organismos internacionales y activistas dentro de la Isla denunciaban detenciones arbitrarias, represión política y abusos constantes, Díaz-Canel prefería repetir el libreto de siempre. Según él, el embargo busca “rendir por hambre y necesidades al digno pueblo cubano”, una frase que ignora por completo quién lleva décadas administrando esa hambre y esas necesidades.
Su discurso llega en el peor momento posible para el gobierno. El país está sumido en una crisis que ya ni disimulan: apagones interminables, hospitales en ruinas, escasez de comida, transporte muerto y un malestar social que crece por día. Solo esta semana, varios barrios habaneros salieron a la calle de noche a protestar, y el régimen respondió como siempre: cortes de internet y patrullas en cada esquina.
Ese contraste entre lo que dice la cúpula y lo que vive el cubano de a pie es ya un chiste malo. Mientras afuera se publican informes que documentan cientos de presos políticos, torturas, juicios fabricados y persecución a todo el que levante la voz, el mandatario intenta vender una Cuba “víctima” del embargo, como si aquí no existieran décadas de mala gestión, corrupción interna y represión estatal.
Diferentes organizaciones, como Amnistía Internacional, Prisoners Defenders y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, aprovecharon la fecha para recordar las violaciones constantes del régimen. Las denuncias hablan de detenciones sin garantías, violencia institucional contra mujeres activistas y condiciones infrahumanas en las cárceles del país. Muchos opositores, artistas y familiares de presos políticos también exigieron la liberación inmediata de quienes están tras las rejas por motivos políticos, mientras señalan el deterioro acelerado de la vida diaria en Cuba.
El régimen, sin embargo, volvió a hacer lo que mejor sabe: culpar a Washington de absolutamente todo. Economistas y especialistas dentro y fuera de la Isla coinciden en algo que el gobierno nunca menciona: la crisis actual no es culpa de un embargo externo, sino del derrumbe interno del modelo, de la falta de reformas reales y de la incapacidad de la cúpula gobernante para administrar una economía que lleva más de treinta años en caída libre.
Aun así, Díaz-Canel insistió en presentar el embargo como el origen de todos los males, sin asomar una sola palabra sobre la represión, la falta de libertades o el desastre económico que ellos mismos han provocado. Un discurso repetido hasta el cansancio, que cada día convence a menos cubanos, pero que el régimen sigue usando como si el país no estuviera literalmente apagado, hambriento y exhausto.







