El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada volvió a encender las redes con una denuncia que refleja, una vez más, cómo funciona el “orden” estatal en Cuba cuando hay desgracias de por medio. Según contó en su perfil de Facebook, en el reparto Chicharrones, en Santiago de Cuba, los materiales que el Estado envió para reparar las casas destruidas por el huracán Melissa no están llegando a quienes realmente lo perdieron todo. El reparto se ha vuelto un desfile de favoritismos, donde los recursos terminan en manos de “los mismos de siempre”.
Mayeta comparó lo que está ocurriendo con el desastre que siguió al huracán Sandy y aseguró que el patrón se repite de manera descarada: materiales supuestamente destinados a los damnificados que acaban en las casas de dirigentes, militantes y gente bien conectada. Mientras tanto, familias enteras que quedaron en la calle siguen esperando por una ayuda que parece destinada a desaparecer en el camino. “Hay casas derrumbadas completas que no reciben ni una planilla, mientras otras con el techo intacto ya están recogiendo materiales”, denunció el periodista.
El malestar en Chicharrones se nota en cada comentario. Mayeta aseguró haber recibido decenas de mensajes de vecinos que describen el mismo panorama: donativos que llegan, pero nunca a quien corresponde. Lo que aparece, se reparte a conveniencia. El pueblo está cansado de ver cómo la tragedia ajena se convierte en oportunidad para los intocables del sistema.
Entre los testimonios destaca el de una madre que perdió el techo y vive con cinco hijos pequeños. Aun así, los técnicos de Vivienda le informaron que su caso “no procedía” porque su casa “seguía teniendo techo”. La realidad es que las láminas que tiene encima no son suyas, sino prestadas por los propios vecinos. Una metáfora perfecta de esta Cuba rota: la solidaridad viene del pueblo, la indiferencia del Estado.
En los comentarios se repiten las mismas quejas: abuso, robo, falta de control y cero voluntad. Muchos recuerdan que después de Sandy pasó exactamente igual. Y lo más triste es que esta vez no es solo en Chicharrones. Mayeta señala que El Caney, Loma del Gato, Altamira, Tivolí y Contramaestre muestran el mismo “modus operandi”. La gente comenta sin miedo, porque la corrupción ya ni se esconde. Todos saben quiénes se quedan con la mayor parte: los que reparten.
El periodista describió escenas dolorosas: casas con el techo arrancado por completo, madres durmiendo sobre el piso con sus hijos, familias viviendo bajo nailon en pleno Santiago, mientras materiales terminan en viviendas que apenas sufrieron daños. “Esto es un desorden total”, escribió.
Los testimonios llegan desde otros municipios del oriente también. Vecinos de Guamá, Manzanillo y Contramaestre aseguran no haber recibido nada de lo prometido. Algunos señalan directamente a delegados y presidentes de CDR, acusándolos de acaparar recursos para sus familias. Un jubilado de 68 años resumió su situación diciendo que está a la intemperie, sin créditos ni manera de levantar su casa. Otro caso vino de una hija que contó que su madre, postrada, perdió el cuarto completo y que aún no han recibido ni un clavo. “Mi hija perdió el techo y tampoco ha visto nada”, añadió otra afectada.
Mayeta remató su publicación denunciando una falta total de control y de transparencia. Para él, la raíz del problema es evidente: “El gobierno promete, pero no cumple. El pueblo sigue entre ruinas mientras los jefes reparten entre ellos mismos lo que debería ser ayuda humanitaria.”
Todo esto ocurre después de la visita teatral de Díaz-Canel a Santiago, una aparición que no dejó nada concreto para los damnificados, más allá de promesas vacías. La Defensa Civil, días después, tuvo el cinismo de declarar “normalidad” en Holguín, Granma y Guantánamo, mientras en la vida real la destrucción sigue a la vista, los apagones continúan y la ayuda brilla por su ausencia.
El deterioro moral no es nuevo: recientemente cuatro bodegueras fueron arrestadas en Palma Soriano por robar productos destinados a los damnificados. Y en Guantánamo se denunció la venta de colchones donados a casi cuatro mil pesos, una muestra más de cómo la maquinaria estatal convierte la miseria en negocio.
Según el propio Consejo de Defensa Provincial, más de 95 mil viviendas quedaron dañadas en Santiago de Cuba. Pero la recuperación avanza a paso de tortuga, entre corrupción, falta de materiales y una población que sencillamente ha perdido la paciencia.
A más de un mes del paso del huracán Melissa, lo que queda es el mismo sabor amargo: familias durmiendo entre escombros, promesas incumplidas, funcionarios beneficiándose y un pueblo entero preguntándose a dónde rayos fue a parar la ayuda que tanto se anunció.










