En medio de la tensa situación de Venezuela, el régimen decide traer de vuelta a Cuba a 220 médicos que estaban de misión internacionalista

Redacción

Un avión de la aerolínea estatal venezolana Conviasa tocó tierra este viernes en el Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, en Varadero, con 220 colaboradores cubanos de la salud que regresaban desde Venezuela. La noticia fue vendida por la prensa oficial como un simple regreso “normal”, de esos que supuestamente ocurren todos los días, aunque una vez más sin explicar demasiado.

Desde los medios del régimen, el arribo fue presentado como parte de la rutina de médicos que terminan misión o vienen a pasar vacaciones, evitando cuidadosamente cualquier contexto incómodo. La propia terminal aérea confirmó el aterrizaje en redes sociales con un mensaje cargado de épica patriótica: el vuelo traía “de regreso a la Patria” a un contingente de médicos, como si se tratara de una hazaña y no de un movimiento que levanta más preguntas que aplausos.

La Brigada Médica Cubana en Venezuela también se sumó al coro triunfalista. En su cuenta oficial habló de un “acto emotivo” encabezado por un funcionario, donde se despidió a quienes regresaban y se celebró a los que “cumplieron su misión”. Todo, por supuesto, acompañado del eslogan de siempre: “¡Misión cumplida!”, ese comodín que sirve tanto para tapar fracasos como para evitar explicaciones.

Lo que brilló por su ausencia fue cualquier referencia al tenso escenario político y militar que atraviesa Venezuela. Desde hace semanas, el Caribe vive un aumento notable de la tensión tras el despliegue de buques de guerra estadounidenses cerca de las costas venezolanas y las amenazas abiertas contra el régimen de Nicolás Maduro. Un contexto que hace que este tipo de vuelos no parezca tan “rutinario” como quieren venderlo.

Datos manejados por fuentes diplomáticas y organizaciones independientes apuntan a que entre 10.000 y 20.000 cubanos permanecen actualmente en Venezuela bajo distintas misiones médicas, educativas y técnicas. Otras estimaciones elevan la cifra hasta 25.000 si se incluyen perfiles vinculados a inteligencia, logística y asesoría militar. Sin embargo, como es costumbre, el régimen cubano guarda silencio y no publica cifras oficiales ni detalles claros de esos acuerdos.

Estos convenios, firmados desde los tiempos de Chávez, siguen funcionando como una caja negra. Nadie sabe exactamente cuántos cubanos hay, qué hacen, en qué condiciones viven ni qué garantías reales tienen en caso de una crisis mayor. Todo se maneja bajo el mismo patrón: secretismo, consignas y cero transparencia.

El regreso de estos 220 colaboradores se presenta como una simple rotación, pero la falta total de información alimenta las sospechas. Ninguna autoridad del MINSAP ni del Ministerio de Relaciones Exteriores ha aclarado si este vuelo forma parte de un plan más amplio de retorno o si responde a medidas preventivas ante un posible agravamiento de la situación en Venezuela.

Mientras tanto, las cuentas afines al oficialismo se limitan a repetir el discurso de la “solidaridad internacionalista” y el supuesto orgullo nacional, evitando cualquier análisis real. Es el guion de siempre: cuando hay riesgo, el régimen baja la voz y sube la propaganda.

Para algunos analistas, esta comunicación cuidadosamente controlada recuerda otros momentos en los que el poder en La Habana ha evitado reconocer escenarios de peligro, para no admitir ni retiradas ni fisuras en sus alianzas políticas. Otros ven estos vuelos como señales de un repliegue gradual, destinado a reducir la exposición de personal cubano ante la creciente incertidumbre sobre el futuro del chavismo.

Lo único claro es que el regreso de estos médicos ocurre en un momento especialmente delicado, cuando crecen las dudas sobre la seguridad de miles de cubanos que aún permanecen en Venezuela, lejos de casa y bajo acuerdos que nadie fiscaliza.

Ni el gobierno cubano ni el MINSAP han dado la cara para explicar cuántos colaboradores siguen activos, en qué condiciones están o qué protocolos existen ante una emergencia real. Una vez más, el régimen apuesta por el silencio, confirmando que cuando se trata de vidas humanas, la opacidad sigue siendo política de Estado.

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