A pesar de las secuelas físicas que la acompañan cada día, Mailén Díaz Almaguer, única sobreviviente del trágico accidente aéreo de 2018 en La Habana, volvió a tocar una fibra profunda con una reflexión publicada en redes sociales. No fue solo un mensaje íntimo. Fue también un retrato espiritual de un país agotado, roto y sin respuestas.
Desde su perfil de Facebook, Mailén compartió palabras nacidas del cansancio físico, pero también de una convicción que no se le ha roto con los años. Mientras hablaba de su salud frágil, hablaba también de Cuba, un país que —en sus propias palabras— “se cae a pedazos”.
Contó que, en medio de la oración, su pensamiento se fue inevitablemente hacia la Isla. No desde el discurso político tradicional, sino desde una mirada espiritual que, sin proponérselo, termina siendo una denuncia demoledora. Porque cuando alguien habla de un país sin esperanzas, lo que queda al desnudo es el fracaso de quienes lo gobiernan.
Mailén escribió que, aun cuando todo parece derrumbarse, queda un “remanente fiel”, personas que siguen creyendo, resistiendo y anunciando esperanza. Y se incluyó ahí. No como heroína, sino como testigo. Como alguien que ha conocido el dolor extremo y aun así se niega a rendirse.
Con una mezcla de ternura y determinación, explicó que ese pensamiento fue suficiente para levantarse, arreglarse un poco y tomarse una foto sonriente. No por vanidad, sino para recordar algo esencial: que su fe sigue en pie cuando el país se desmorona.
Han pasado más de siete años desde aquel 18 de mayo de 2018, cuando el vuelo DMJ-972 de Cubana de Aviación dejó 112 muertos y una sola sobreviviente. Mailén tenía 19 años. Hoy, después de cirugías, amputaciones, parálisis y una recuperación interminable, su vida tomó otro rumbo.
Actualmente cursa estudios de Teología en el Seminario Metodista de La Habana, una decisión que no nace de la comodidad, sino del propósito. Ella misma lo ha dicho: no es una carrera más, es una vocación. Una respuesta a todo lo vivido.
En el pasado, Mailén fue clara al denunciar lo que muchos callan. Habló sin maquillaje del colapso del sistema de salud, de la falta de medicamentos, de la dependencia de la solidaridad ciudadana para sobrevivir. Fue tajante al afirmar que su recuperación no fue mérito del sistema, sino de personas concretas que la ayudaron cuando el Estado no pudo —o no quiso— hacerlo.
Esas declaraciones incomodaron, como incomoda todo lo que dice la verdad sin permiso. Pero también despertaron una ola de apoyo dentro y fuera de Cuba, confirmando algo evidente: la narrativa oficial no alcanza para tapar la realidad.
Su mensaje más reciente volvió a provocar reacciones intensas. Decenas de personas le respondieron con palabras de fe, admiración y gratitud. Para muchos, Mailén ya no es solo una sobreviviente, sino un símbolo de resistencia espiritual en medio del derrumbe nacional.
Hubo, por supuesto, quienes intentaron usar su historia para lavar la cara del régimen, exigiéndole agradecimientos forzados y obediencia discursiva. Pero Mailén ha sido consistente: su brújula es la fe, no la propaganda.
Antes del accidente estudiaba Enfermería. Luego pensó en Psicología. Hoy estudia Teología. En cada etapa hay un hilo común: acompañar, sanar, comprender. Vive en Siboney, en una casa comprada con la indemnización del accidente, y en 2021 logró algo impensable: volver a subir a un avión, desafiando el trauma.
Su más reciente mensaje no es solo religioso. Es un grito suave, pero firme, que expone una verdad incómoda: cuando un país depende únicamente de la fe para no derrumbarse del todo, algo está profundamente mal.










