Otro sábado de penumbras en Cuba: Déficit eléctrico se dispara tras rotura de varias termoeléctricas y escasez de combustible

Redacción

El sistema eléctrico cubano volvió a hacer agua, y no precisamente por sorpresa. Según el parte diario de la Unión Eléctrica (UNE), el país vivió otra jornada marcada por apagones continuos, con una afectación máxima de 1.917 MW registrada a las 6:30 de la tarde, justo cuando la gente intenta cocinar, bañarse o simplemente respirar con un ventilador.

Ni siquiera la propaganda verde logró maquillar el desastre. Aunque el régimen presume la incorporación de 33 nuevos parques solares fotovoltaicos, que aportaron 2.452 MWh y alcanzaron una potencia máxima de 515 MW al mediodía, ese empujoncito fue totalmente insuficiente frente a la realidad: termoeléctricas rotas, mantenimiento eterno y combustible que no aparece.

Al amanecer de este sábado, el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) ya arrancaba cojo. A las seis de la mañana solo había 1.565 MW disponibles frente a una demanda de 2.324 MW, lo que provocó un apagón inmediato de 796 MW. Para la media mañana, la afectación ya rozaba los 900 MW, confirmando que el día venía torcido desde temprano.

Las causas, como siempre, se repiten hasta el cansancio. Persisten averías graves en unidades clave, como la 5 y la 8 de la CTE Máximo Gómez, en Mariel, y la unidad 2 de la termoeléctrica Felton, en Mayarí. A eso se suman mantenimientos programados en Santa Cruz del Norte y en la CTE Carlos Manuel de Céspedes, en Cienfuegos, que mantienen fuera de juego una parte importante de la generación térmica.

El resultado es demoledor. Solo por limitaciones técnicas, 548 MW permanecen fuera de servicio, mientras que la falta de combustible sigue siendo el verdadero cuello de botella del sistema. Nada menos que 106 centrales de generación distribuida, equivalentes a 913 MW, están paralizadas por esa causa, a lo que se agregan otros 80 MW fuera de combate por ausencia de lubricantes. En total, casi 1.000 MW perdidos simplemente porque no hay con qué echarlos a andar.

Y lo peor llega en la noche. Para el horario pico nocturno, la propia UNE reconoce que la disponibilidad seguirá estancada en 1.565 MW, frente a una demanda que puede alcanzar los 3.450 MW. Si no ocurre ningún milagro —que nunca ocurre— el déficit rondará los 1.885 MW, con apagones que podrían llegar hasta los 1.915 MW, dejando a medio país sumido en la oscuridad.

Más allá de los números, la causa de fondo no cambia. Un sistema eléctrico obsoleto, décadas sin inversión real, dependencia crónica del combustible importado y una gestión incapaz de anticiparse a la crisis. Los parques solares sirven para el discurso, pero no para sostener un país entero.

Mientras tanto, los apagones siguen castigando la vida diaria. Alimentos que se echan a perder, familias que no pueden cocinar, ancianos sofocados por el calor y hogares donde dormir se vuelve una tortura. Todo en una isla tropical donde la electricidad ya no es un servicio, sino una lotería controlada por la incompetencia y la escasez.

Otro día más sin luz. Otro parte oficial que confirma lo que el pueblo ya sabe: el colapso eléctrico no es coyuntural, es estructural, y el régimen sigue sin tener —ni decir— una solución real.

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