El régimen cubano volvió a sacar pecho represivo, esta vez castigando a dos personas por vender medicamentos a precios “abusivos”, como si el verdadero abuso no fuera la escasez criminal creada por el propio Estado.
El Tribunal Provincial Popular de La Habana informó que Yoandrys Luis Blanco William y Miguel Alejandro Labañino Fernández fueron condenados a 10 meses y un año de prisión, respectivamente, por comercializar fármacos de manera ilegal. El juicio se celebró en Diez de Octubre y, según la versión oficial, todo ocurrió bajo el más estricto respeto a las “garantías procesales”. La misma cantaleta de siempre.
El delito imputado fue el de actividades económicas ilícitas, amparado en el artículo 308.1 del Código Penal. Traducción al cubano real: castigar al último eslabón de una cadena que existe porque el sistema colapsó.
Además de la prisión, el tribunal ordenó el comiso de los bienes ocupados y la privación de derechos públicos. Mano dura con los que venden pastillas, pero guantes de seda con los responsables del desabastecimiento.
Como es habitual, la nota oficial insiste en que los acusados tuvieron derecho a defensa y que la Fiscalía participó activamente. Lo que no dice es por qué miles de cubanos se ven obligados a comprar medicinas en el mercado informal para no morirse esperando por una farmacia vacía.
Mientras tanto, en Camagüey, Centro Habana y otras provincias, continúan los operativos policiales con decomisos de fármacos, equipos médicos, oxígeno y dinero en efectivo. Mucho show policial, cero solución estructural.
El discurso oficial repite que estas prácticas “ponen en riesgo la salud de la población”. La ironía es obscena. Lo que realmente pone en riesgo la salud de la población es un sistema incapaz de garantizar aspirinas, antibióticos o insulina, pero muy eficiente para meter presos.
Pacientes con enfermedades crónicas, ancianos y padres desesperados no recurren a revendedores por gusto. Lo hacen porque el Estado les falló, y sigue fallándoles, todos los días.
Estas condenas no atacan el problema de fondo. Solo criminalizan la supervivencia, mientras los verdaderos responsables de la crisis sanitaria continúan intocables, dando discursos, culpando al embargo y prometiendo lo que nunca cumplen.










