La creadora de contenido cubana Rosy, conocida en redes como @rossy_guajira_natural, volvió a poner el dedo en la llaga al contar algo tan simple —y a la vez tan revelador— como cuánto cuesta hoy hacer un flan en Cuba.
Desde su cocina, sin drama pero con números en la mano, Rosy explicó que preparar ese postre “de toda la vida” para sus hijos se ha convertido en un lujo que no se puede repetir muy a menudo. Solo los cuatro huevos necesarios para la receta le costaron 400 pesos cubanos, a razón de 100 CUP cada uno. Y eso es solo el comienzo.
A la cuenta se le sumó una lata de leche condensada en 600 pesos y un paquete de leche en polvo que alcanzó los 2,400 CUP, una cifra que ya no sorprende, pero sigue indignando. El azúcar no entró en el cálculo porque, como explicó la propia Rosy, usó la que tenía guardada en casa, ese “tesoro” que muchos rinden como oro.
El total fue demoledor: 3,400 pesos cubanos por un solo flan. Un número que dice más que mil discursos oficiales sobre la “resistencia creativa” y la supuesta recuperación económica que el régimen vende en televisión.
“Esto no es algo que se pueda hacer siempre, imagínense ustedes”, comentó Rosy en el video, dejando claro que cocinar algo tan básico ya no está al alcance del salario promedio. No se trata de lujo ni de extravagancia, sino de darle un gusto sencillo a los hijos.
Eso sí, el flan no duró nada. Los muchachos se lo comieron en un abrir y cerrar de ojos, tanto que ni siquiera dio tiempo a grabarlo completo. “No me dio tiempo, desapareció”, dijo entre risas, con ese humor cubano que sirve de escudo cuando la realidad aprieta.
El video no tardó en generar reacción. Muchos seguidores se sintieron reflejados, porque el caso de Rosy no es una excepción: es el día a día de millones de familias que ven cómo la inflación y la escasez convierten la cocina en un campo de batalla.
Mientras el régimen habla de estadísticas y planes, un simple flan cuesta más de lo que muchos ganan en semanas. Y así, entre precios abusivos y salarios de miseria, hasta los postres se vuelven un privilegio. En Cuba, hoy, ni lo dulce se salva.







