Vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba se burla de los cubanos desde Venezuela: «Qué rico viajar con el dinero del pueblo»

Redacción

El periodista oficialista Francisco Rodríguez Cruz, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), logró lo que ya es casi una tradición entre los voceros del régimen: indignar a medio país con una sola publicación. Esta vez no fue por una mentira elaborada, sino por algo más simple y más ofensivo: bailar y celebrar, mientras Cuba se cae a pedazos.

Recién llegado de un viaje a Venezuela, Rodríguez Cruz escribió en Facebook que regresaba con “dos conclusiones importantes”. La primera, que Nicolás Maduro “les está ganando la pelea a Trump y a la contrarrevolución”. La segunda, que él mismo sigue sin saber bailar. Hasta ahí, el chiste forzado.

El problema vino con el video que acompañó el texto. En las imágenes se le ve sonriente, relajado, agitando una bandera cubana y bailando en un salón festivo, rodeado de música alta y buen ambiente. Una postal de gozadera que contrasta brutalmente con un país donde no hay electricidad, no hay comida, no hay medicinas y no hay paciencia.

La reacción fue inmediata. Las redes no le rieron la gracia. Muy al contrario, la publicación se convirtió en un paredón digital donde cientos de cubanos descargaron su rabia acumulada, no solo contra el personaje, sino contra lo que simboliza: una prensa oficial privilegiada, viajera y completamente desconectada del dolor real del país.

Desde Baracoa, una usuaria resumió el sentimiento general al denunciar el despilfarro de recursos públicos en “eventos de gozadera”, mientras se repite el mismo libreto ideológico desde hace más de seis décadas. Otros fueron más directos y menos diplomáticos. “¿Con qué dinero fuiste a pasear a Venezuela?”, preguntó una mujer. “Si Maduro está ganando tanto, ¿por qué no se fajó por su barco de petróleo cuando Estados Unidos se lo incautó?”, añadió, recordándole que el discurso triunfalista no resiste ni una semana de realidad.

Las críticas llegaron también desde fuera de la Isla. Un cubano en Miami le lanzó una advertencia cargada de ironía: “Disfruten ahora, que después de Maduro van ustedes. Ese baile puede terminar en otro lugar”. Un médico lo calificó sin rodeos de “payaso” y “asqueroso”, mientras otros profesionales de la salud recordaban que en Cuba no hay ni una aspirina, pero sí dinero para viajes, fiestas y propaganda.

El tema que más se repitió en los comentarios fue uno solo: el origen del dinero. “Qué rico viajar con el dinero del pueblo”, escribió un usuario. La frase se multiplicó como eco incómodo. Porque nadie cree que un vicepresidente de la UPEC paga esos viajes de su bolsillo, ni con el salario simbólico que devenga oficialmente.

Para muchos, el video no fue una simple frivolidad, sino la prueba visual de una casta. Funcionarios y voceros que exigen sacrificios, resistencia y apagones, mientras viven en una burbuja de privilegios, viajes internacionales y fiestas políticas. Todo, claro, en nombre del mismo pueblo al que nunca escuchan.

El periodista independiente José Raúl Gallego puso el dedo en la llaga al resumir la contradicción esencial: un país donde la gente se muere por falta de medicamentos y funcionarios que celebran alianzas políticas con fondos públicos. Otro usuario lo dijo sin adornos: “Otro más viviendo bien a costa de la miseria ajena”.

Profesores, médicos y ciudadanos comunes coincidieron en el mismo reproche. ¿Cómo se justifica gastar dinero en viajes ideológicos mientras la gente se enferma, pasa hambre y sobrevive entre apagones interminables? ¿Cómo se habla de victorias políticas desde un salón de baile, cuando el país real vive en la oscuridad?

El video de Rodríguez Cruz terminó siendo una provocación involuntaria, una especie de espejo cruel. Mostró, sin filtros, la decadencia moral de una élite que ya ni siquiera disimula su desconexión con la calle. Bailan, ríen y celebran alianzas fallidas, mientras el país se hunde.

Esta vez, la burla no pasó por debajo de la mesa. En lugar de aplausos, el viaje terminó convertido en un juicio público, donde cientos de cubanos dejaron claro que el hartazgo ya no se disfraza de silencio.

Habilitar notificaciones OK Más adelante