Las lluvias de la noche y la madrugada volvieron a desnudar una verdad incómoda en La Habana. El Consejo de la Administración de Plaza de la Revolución lanzó una alerta por acumulaciones de agua en zonas bajas de El Vedado, acompañada —como ya es costumbre— de llamados a la “precaución”, la “disciplina” y la obediencia ciudadana.
En su publicación en Facebook, las autoridades pidieron evitar transitar por los puntos inundados, impedir que los niños jueguen en esas áreas y mantenerse atentos a las orientaciones oficiales. Mucho aviso, poca solución. El mensaje reconocía la persistencia de las lluvias, pero evitaba mencionar el elefante en la habitación: el colapso estructural del alcantarillado habanero.
Bastó con leer los comentarios para entender que la paciencia de los vecinos está en números rojos. Residentes de la zona dejaron claro que el problema no empieza cuando llueve, sino mucho antes. Alcantarillas tupidas, basura acumulada durante días y una recogida de desechos cada vez más irregular forman el cóctel perfecto para que cualquier aguacero termine en inundación.
Varios usuarios recordaron que estas escenas no eran normales años atrás, y que ahora el agua arrastra toneladas de basura que llevan semanas en las calles. Otros señalaron que las alertas sirven de poco si no se actúa de manera preventiva, limpiando, destupiendo y manteniendo una ciudad que hoy parece abandonada a su suerte.
La preocupación no es solo por la movilidad o las molestias cotidianas. El riesgo sanitario está ahí, flotando junto al agua sucia. Vecinos advirtieron sobre la posibilidad de enfermedades, filtraciones hacia las viviendas y brotes epidémicos, en un contexto donde el sistema de salud ya está desbordado y sin recursos.
Entre los comentarios se repite una idea clave: el gobierno aparece cuando el problema ya explotó, pero desaparece cuando toca resolver las causas. No basta con pedir responsabilidad a una población que vive rodeada de basura porque el propio Estado no cumple con su parte más básica.
Las inundaciones en El Vedado no son un accidente ni una sorpresa. Son el resultado de años de desidia institucional, falta de mantenimiento y abandono urbano. Mientras las autoridades se limitan a emitir advertencias desde Facebook, los habaneros siguen caminando entre agua sucia, desechos y promesas vacías. En La Habana de hoy, llueve… y el sistema se hunde.










