El Sistema Eléctrico Nacional vuelve a entrar en modo emergencia este domingo, como si fuera una novedad. La afectación prevista alcanza hasta 1,860 MW en el horario pico, una cifra obscena que confirma lo evidente: apagones largos, desiguales y sin solución a la vista. No es mala suerte. Es mala gestión.
Según el parte diario de la Unión Eléctrica, el sábado fue un apagón continuo con nombre técnico. 24 horas afectadas y un pico de 1,955 MW a las seis de la tarde. Traducido al cubano: casas a oscuras, comida echándose a perder, ventiladores de adorno y paciencia al límite.
Solares al mediodía, apagón al anochecer
Los 33 parques solares fotovoltaicos aportaron 2,105 MWh y una potencia máxima de 450 MW al mediodía. Bien por el titular, mal por la realidad. Ese aporte se evapora en cuanto cae el sol y la demanda aprieta. No sostienen el sistema, apenas lo maquillan unas horas.
A las seis de la mañana de este domingo, la foto era penosa: 1,520 MW disponibles frente a 2,370 MW de demanda. Resultado inmediato: 810 MW afectados desde temprano, con el mediodía proyectado en 900 MW sin señales de recuperación real. El sistema arranca roto y termina peor.
Centrales rotas, mantenimientos eternos y combustible fantasma
El parte oficial confirma lo que la gente ya sabe sin leer comunicados. Averías en la CTE Máximo Gómez (Mariel) y en Felton (Mayarí). Mantenimientos simultáneos en Santa Cruz del Norte y en Cienfuegos. 556 MW fuera por limitaciones térmicas. Todo al mismo tiempo, como si la planificación fuera una leyenda urbana.
El golpe final lo da la logística inexistente. 101 centrales de generación distribuida paradas por falta de combustible, equivalentes a 909 MW que no están. A eso súmale 80 MW fuera por falta de lubricantes. Casi 1,000 MW perdidos por carencias básicas. No es bloqueo: es desorden crónico.
La noche negra que viene
Para el pico nocturno, la UNE admite una demanda de 3,350 MW con una disponibilidad que no pasa de 1,520 MW. El déficit ronda 1,830 MW y la afectación estimada sube a 1,860 MW. Números que anuncian apagones prolongados, con barrios castigados y otros “salvados” por criterios que nadie explica.
Mientras el discurso oficial habla de avances parciales y promesas futuras, el SEN funciona a parches, sostenido por equipos envejecidos, combustible insuficiente y una población que paga con oscuridad. La electricidad dejó de ser un servicio y pasó a ser un privilegio intermitente. Y así, noche tras noche, el sistema falla y la paciencia también.










