Las intensas lluvias de este sábado volvieron a poner a prueba —y a desnudar— la fragilidad estructural de Cuba. En Villa Clara, más de 900 personas tuvieron que ser evacuadas en los municipios de Sagua la Grande y Cifuentes, mientras comunidades completas quedaron aisladas tras la ruptura de puentes. El agua hizo lo suyo. El abandono estatal también.
Según datos divulgados por la Agencia Cubana de Noticias, las localidades de Larrondo y Mariana Grajales permanecen incomunicadas, esta última con cerca de dos mil habitantes prácticamente atrapados, dependiendo de que el nivel del agua baje y de que aparezca alguna solución que no sea solo discurso.
En Sagua la Grande, la situación es especialmente crítica. Cientos de personas tuvieron que abandonar sus casas, algunas llevadas a centros de evacuación y otras “acogidas” en viviendas de familiares y amigos, una fórmula que el régimen vende como solidaridad, pero que en la práctica es supervivencia improvisada. En Cifuentes, el panorama no es muy distinto, con más de 200 residentes desplazados por las inundaciones.
El colmo del descontrol llegó cuando el Hospital Mártires del 9 de Abril, en Sagua la Grande, resultó afectado por el agua. Un hospital inundado en medio de una crisis climática no es una anécdota, es una alarma roja. Mientras los discursos hablan de preparación y resiliencia, la realidad muestra centros de salud vulnerables, drenajes deficientes y equipos que llegan cuando el daño ya está hecho.
Los acumulados de lluvia explican parte del desastre, pero no todo. En zonas como Sitiecito se registraron 156 milímetros, en el embalse Alacranes 91,8 mm, y más de 54 mm en la ciudad de Sagua la Grande. Cantidades fuertes, sí, pero no extraordinarias para un país tropical que debería estar preparado desde hace décadas.
La presa Alacranes se mantenía al 68,2 % de su capacidad, sin peligro inmediato, según las autoridades. Sin embargo, el tramo del canal magistral hacia Viana presenta vulnerabilidades claras, producto de años de falta de mantenimiento y obras a medio hacer, un patrón que se repite por toda la Isla.
Mientras tanto, el periodista oficialista Henry Omar Pérez recorría las zonas afectadas junto a funcionarios del gobierno, mostrando imágenes de viviendas dañadas. Fotos hay. Soluciones estructurales, no. El guion se repite: llega la lluvia, colapsa la infraestructura, se evacúa a la gente, se promete revisión… y todo vuelve a quedar igual hasta el próximo aguacero.
En Villa Clara, como en buena parte de Cuba, el verdadero desastre no es la lluvia, sino un modelo que nunca invierte en prevención, que reacciona tarde y que sigue tratando las emergencias como eventos aislados, cuando en realidad son el resultado lógico de décadas de abandono. El agua baja, pero la crisis se queda.










