En medio de apagones interminables y un país funcionando a medias, La Habana acaba de sumar una novedad que no ha pasado desapercibida: la apertura de una tienda minorista de productos de energías renovables de una empresa china. El anuncio llegó envuelto en discursos oficiales, cámaras y cintas cortadas, pero también ha despertado muchas preguntas entre los cubanos de a pie.
La protagonista de esta historia es la empresa china Hainergy, que inauguró su primera tienda en Cuba con la presencia de autoridades del Gobierno y representantes diplomáticos. El evento fue presentado como un paso importante hacia la diversificación energética del país, justo cuando la electricidad se ha convertido en un lujo cotidiano.
La noticia fue difundida por Cubadebate y por la empresa estatal Cubaelectrónica, que participa directamente en la comercialización de los equipos. Como suele ocurrir, la información llegó cargada de entusiasmo institucional, pero con pocos detalles prácticos para el ciudadano común.
El nuevo establecimiento está ubicado en la Avenida 19, esquina 60, en el municipio Playa, una zona que concentra buena parte de las inversiones “estratégicas” y los proyectos pensados para un público con mayor poder adquisitivo o acceso a divisas.
Hainergy no es cualquier nombre improvisado. Se trata de una división especializada en energía y nuevas tecnologías del gigante chino Haier Group, una marca conocida a nivel mundial por electrodomésticos, electrónica de consumo, soluciones de hogar inteligente y, más recientemente, productos vinculados a las energías renovables.
Según precisó Cubaelectrónica en Facebook, la tienda opera en dólares estadounidenses, aunque curiosamente no se mencionan los precios. Un detalle nada menor en un país donde la mayoría de la población cobra en pesos cubanos y apenas logra llegar a fin de mes.
La tienda está dedicada a la venta minorista de equipos de electrónica y soluciones de energías renovables, dirigidas a personas naturales, trabajadores por cuenta propia y nuevos actores económicos. En otras palabras, no es una tienda para “todo el mundo”, sino para quienes pueden pagar en divisas.
El proyecto se presenta como un paso poco común hacia soluciones energéticas domésticas en Cuba, donde millones de personas sobreviven con inventos caseros, plantas ruidosas, baterías recicladas y métodos improvisados para enfrentar la falta crónica de electricidad.
Al acto de inauguración asistieron figuras de peso, como el vice primer ministro y titular del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Óscar Pérez-Oliva, y el embajador de China en Cuba, Hua Xin, quienes cortaron la cinta del local con sonrisas y discursos optimistas.
El propio embajador compartió imágenes del evento en la red social X, felicitó la iniciativa y destacó su importancia para el momento actual del país, marcado por una de las peores crisis energéticas de su historia reciente.
Un paliativo para unos pocos
Desde Cubadebate se insistió en que la apertura de la tienda forma parte de la estrategia estatal para impulsar la generación eléctrica a partir de fuentes renovables y avanzar hacia el desarrollo sostenible. El problema es que ese discurso no se traduce en acceso real para la mayoría.
Con salarios estatales que no cubren ni lo básico, vender equipos en dólares reduce automáticamente el alcance del proyecto a un grupo muy limitado: quienes reciben remesas, ciertos negocios privados o actores económicos con ingresos en moneda fuerte.
A eso se suma la falta de información sobre precios, facilidades de pago, garantías o servicios técnicos, lo que refuerza la percepción de que estas iniciativas están pensadas más para la vitrina política que para aliviar el día a día del cubano promedio.
¿Una solución real o solo maquillaje?
En un país donde los apagones alcanzan casi 20 horas diarias, la posibilidad de acceder a paneles solares, baterías e inversores despierta interés. Hasta ahora, estas tecnologías solo llegaban mediante donaciones, proyectos estatales o importaciones privadas complejas.
Sin embargo, el verdadero impacto dependerá de algo muy concreto: cuánto cuestan los equipos, si hay respaldo técnico, si existen garantías reales y si pueden marcar una diferencia tangible en la vida diaria de las familias.
Mientras el sistema eléctrico nacional siga colapsado por la falta de inversión, el déficit de combustible y décadas de mala gestión, estas soluciones seguirán siendo parches para unos pocos, no una respuesta estructural para millones.
Las energías renovables son necesarias, sí. Pero sin cambios profundos en el modelo económico y en la gestión del sector energético, seguirán siendo un lujo verde en medio de la oscuridad.










