Cuba despertó este lunes con el Sistema Eléctrico Nacional caminando por la cornisa, acumulando ya 15 días seguidos con déficits que superan los 1,800 MW. No es una racha mala. Es un derrumbe sostenido. Los propios datos de la Unión Eléctrica confirman que el domingo el servicio estuvo afectado las 24 horas, con un pico de apagón que rozó los 1,950 MW al caer la tarde.
El país entra así en su tercera semana consecutiva de apagones críticos, con una generación que no alcanza ni para cubrir dos tercios de la demanda nacional. A las seis de la mañana, la disponibilidad real del sistema era de apenas 1,420 MW frente a una demanda de 2,350 MW. Traducido al cubano de a pie: casi el 40% del país amaneció sin corriente, y la cosa no pinta mejor al mediodía, cuando la propia UNE admite que la afectación rondará los 1,100 MW.
La noche, como ya es costumbre, será peor. Para el horario pico, la empresa estatal calcula una demanda cercana a los 3,400 MW y una disponibilidad que apenas llegará a 1,445 MW. El resultado es demoledor: un déficit de casi 2,000 MW, lo que dejará a más de la mitad del país a oscuras otra vez. Sin sorpresa. Sin soluciones. Sin vergüenza.
El parte técnico vuelve a repetir el mismo cuento de todos los días. Tres termoeléctricas están fuera de juego por averías graves, mientras otras cuatro permanecen detenidas por mantenimientos eternos que nunca terminan. A eso se suman cientos de megawatts limitados por fallos en la generación térmica, evidencia clara de un sistema envejecido, mal mantenido y exprimido hasta el último tornillo.
Pero la bomba no explota solo por las termoeléctricas rotas. La falta de combustible y lubricantes tiene paralizadas decenas de centrales de generación distribuida, dejando fuera casi 1,000 MW adicionales. Es decir, no es solo que las plantas estén viejas, es que tampoco hay con qué echarlas a andar. El resultado es un sistema eléctrico secuestrado por la incompetencia y la improvisación.
El régimen intenta vender optimismo con los parques solares. Es cierto que los nuevos paneles aportaron algo más de 2,300 MWh y alcanzaron una potencia máxima de 462 MW al mediodía. Pero en el contexto actual, eso es un curita para una hemorragia. No alcanza ni de lejos para tapar el hueco de un déficit nacional que ya roza cifras históricas.
Desde el 1 de diciembre, el SEN vive en estado de emergencia permanente, con apagones generalizados que están destrozando la vida diaria, la economía familiar y cualquier intento de normalidad. La UNE no ofrece un solo indicio de mejoría real y, mientras tanto, el umbral de los 2,000 MW dejó de ser una alarma para convertirse en rutina.
En la Cuba de hoy, el apagón ya no es una crisis puntual, es el sistema funcionando exactamente como el régimen lo ha llevado a funcionar: mal, tarde y contra la gente. Y cada día que pasa, la oscuridad se consolida como la única política energética coherente que le queda al poder.







