Ignacio Giménez volvió a aparecer en redes y, fiel a su historial, subió la apuesta. Tras el disparate de los “1.100 dólares para cada cubano», ahora anuncia que demandó al Estado cubano en España por tres millones de euros porque el Noticiero —dice— lo llamó “loco”. Y remata con fuegos artificiales: que si la Embajada es responsable, que si Lis Cuesta pierde un ático en Goya, que si habrá “fiesta de inauguración”. No es sátira. Es Giménez en modo épico.
Del honor herido a la fantasía procesal
La historia tiene un problema básico: no se sostiene jurídicamente. Los Estados gozan de inmunidad soberana ante tribunales extranjeros, con excepciones muy concretas que aquí no aplican. Un noticiero estatal, por torpe o agresivo que sea, no abre la puerta a embargos inmobiliarios en Madrid ni a indemnizaciones millonarias porque alguien se sienta ofendido. Menos aún con ultimátums de “presente un certificado médico o pague”.
El relato suena a guion de sobremesa, no a auto judicial. “Admitida a trámite” no significa lo que Giménez sugiere, y confunde —a propósito— conceptos para vestir de legalidad lo que es puro ruido.
Lis Cuesta, Goya y el comodín del ático
El truco narrativo es viejo: mezclar un tema sensible y real —los privilegios del poder cubano— con una acción legal inexistente. Meter a Lis Cuesta y una supuesta propiedad en la calle Goya sirve para viralizar, no para probar nada. Un poder notarial no convierte a una embajada en “depositaria” embargable por una querella de honor. Eso lo sabe cualquier abogado con dos guardias en lo civil.
Aquí hay malicia comunicativa: se aprovecha la indignación legítima contra la casta gobernante para colar un cuento procesal que no pasa el primer filtro.
El patrón Giménez: ruido, víctima y amenaza
No es nuevo. Primero lanza un bulo. Cuando lo desmienten, se declara víctima. Luego amenaza con demandas imposibles y cierres de telón grandilocuentes. Es el mismo libreto, con emojis y banderitas. La novedad es el nivel de fantasía: ahora promete fiestas en áticos ajenos como si los juzgados fueran discotecas.
Mientras tanto, no aporta documentos verificables, ni autos, ni números de procedimiento, ni un mínimo de coherencia legal. Todo es “he presentado”, “han admitido”, “tienen plazo”. Palabras grandes, pruebas cero.
El régimen miente. Giménez también
Que el Noticiero cubano haga propaganda burda no convierte a Giménez en cruzado de la verdad. Aquí caben dos cosas a la vez: el régimen manipula, y este personaje embarra el debate con historias inverosímiles que terminan dándole oxígeno al poder. Porque cada bulo desmentido es munición para desacreditar críticas legítimas.
Al final, lo único claro es esto: no hay demanda millonaria que vaya a tumbar áticos en Goya, ni embajadas obligadas a certificar la salud mental de nadie. Hay, sí, un influencer del disparate buscando foco. Y hay un país que no se merece que su tragedia se use como escenografía para el show.
Si Ignacio Giménez quiere credibilidad, que empiece por lo básico: pruebas, silencio y menos teatro. Porque la justicia no se litiga a golpe de post, y la verdad no necesita fuegos artificiales.







