Maduro promete una «misión internacional» para «rescatar» a Cuba de la crisis energético que atraviesa y los insoportables apagones

Redacción

Nicolás Maduro volvió a sacar del sombrero bolivariano una propuesta grandilocuente. Esta vez anunció la creación de una supuesta misión internacional de energía y electricidad para “rescatar” a Cuba, justo cuando la Isla vive una de las peores crisis energéticas de su historia, con apagones interminables, centrales rotas y combustible inexistente.

La idea fue lanzada durante la XXV Cumbre del ALBA y transmitida, cómo no, por la televisión estatal venezolana. Según reportes de prensa internacional, el gobernante habló de una “Misión Internacional de Energía y Electricidad de Apoyo Especial para el Pueblo de Cuba”, inspirada en la vieja Misión Milagro. El problema es que, como casi siempre, no explicó con qué recursos, con qué tecnología ni con qué dinero.

Maduro aseguró que el objetivo sería apoyar “de manera extraordinaria” a la Isla frente al embargo y los problemas energéticos. Traducción al cubano de a pie: más discurso, más épica y cero soluciones concretas. Porque hablar de electricidad sin megawatts, sin plantas modernas y sin combustible es como prometer pan sin harina.

Desde La Habana, la reacción fue inmediata. El canciller Bruno Rodríguez aplaudió la iniciativa en redes sociales, calificándola como un gesto de “solidaridad entre pueblos hermanos” y volviendo a presentar al ALBA como un escudo político frente a Estados Unidos. La solidaridad, eso sí, no enciende bombillos.

Mientras se intercambian elogios diplomáticos, la realidad en Cuba es otra muy distinta. Apagones de hasta 20 horas diarias, termoeléctricas parchadas, equipos obsoletos y una población exhausta que vive entre calor, oscuridad y malestar social. Especialistas independientes coinciden en que el colapso del sistema eléctrico no es coyuntural, sino el resultado directo de décadas de mala gestión estatal y subinversión crónica, con un sistema totalmente controlado por el Gobierno desde 1959.

El régimen de Miguel Díaz-Canel, fiel al guion, sigue culpando a las sanciones estadounidenses y a un supuesto “bloqueo energético”, mientras evita mencionar su propia responsabilidad en haber destruido la infraestructura eléctrica del país. Las protestas por los apagones y la falta de alimentos se multiplican, pero desde el poder solo se ofrecen excusas recicladas.

La propuesta de Maduro llega, además, con un detalle incómodo: Venezuela tampoco es precisamente un ejemplo de éxito energético, pese a tener algunas de las mayores reservas petroleras del mundo. Apagones, colapsos y deterioro del sistema eléctrico también forman parte del paisaje cotidiano venezolano. La pregunta cae sola: ¿quién rescata a quién?

Al final, más que una solución real, la iniciativa parece un gesto político para reforzar una alianza entre dos regímenes acorralados, que intentan vender unidad regional mientras sus pueblos pagan el precio del fracaso. Mucha retórica antiimperial, mucha cumbre y mucha misión con nombre rimbombante, pero en Cuba la noche sigue llegando temprano… y sin luz.

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