Ómnibus articulado del transporte público en La Habana termina empotrado contra una vivienda por una supuesta borrachera del chófer

Redacción

Un ómnibus articulado del transporte público habanero terminó incrustado en una vivienda de dos plantas en la Avenida Santa Amalia, alrededor de las 3:30 de la madrugada de este lunes. El vehículo, identificado con el número 513 y perteneciente a la terminal Santa Amalia, impactó con tal violencia que dejó serios daños materiales en el inmueble. Por pura casualidad —o por ese azar macabro que aún juega a favor— no hubo víctimas humanas.

Las imágenes difundidas en redes sociales hablan solas. La fachada destrozada, paredes colapsadas y una casa que, en segundos, pasó de hogar a escombro. En la Cuba actual, perder una vivienda no es un accidente: es una condena.

Según información publicada en el grupo de Facebook Transportación Habana TH, las autoridades iniciaron una investigación para esclarecer las causas del siniestro. El problema es que en Cuba las investigaciones suelen ser rápidas para anunciarse y eternas para concluirse… si es que concluyen.

¿Error humano, alcohol o sistema podrido?

Mientras el discurso oficial se limita al clásico “se investigan las causas”, en otros espacios digitales comenzaron a circular versiones más incómodas. En el grupo Accidentes Automovilísticos en Cuba e Información en la vía, el usuario Yohandy Aquilera Castillo afirmó que el conductor iba ebrio al momento del choque. Esa información no ha sido confirmada oficialmente, pero tampoco desmentida.

Y ahí está el punto. En un país donde el transporte público sobrevive a base de parches, choferes agotados y vehículos explotados hasta el último tornillo, la irresponsabilidad individual suele convivir con la negligencia estructural.

Los propios comentarios de los habaneros retratan mejor que cualquier parte oficial la realidad del sector. Conductores trabajando bajo apagones interminables, mal alimentados, enfermos, estresados, sin descanso real. Guaguas viejas, con mantenimiento mínimo, que no paran porque no hay con qué sustituirlas. Un sistema que empuja al límite tanto a máquinas como a personas… hasta que algo revienta.

“¡Cayó en desgracia el 513! Ahora toca canibalismo en el paradero”, ironizó un usuario. Humor negro, sí, pero también verdad: una guagua menos significa piezas arrancadas para mantener vivas a otras moribundas.

La suerte no puede ser política de Estado

Varios vecinos destacaron la “suerte” de que no hubiera muertos. Pero depender de la suerte como estrategia de seguridad vial es una ruleta rusa. Hoy fue de madrugada. Mañana puede ser a plena luz del día, con personas dentro de la casa o pasajeros a bordo.

Si se confirma que el conductor estaba bajo los efectos del alcohol, la indignación es total. Pero incluso si no lo estaba, el accidente sigue siendo síntoma de algo más grande: un transporte público en estado crítico, abandonado, sostenido por discursos y no por soluciones.

Mientras tanto, los dueños de la vivienda enfrentan ahora otra tragedia silenciosa. Reparar una casa en Cuba hoy es casi imposible. No hay materiales, no hay dinero, no hay respuestas rápidas. Solo promesas.

La investigación sigue. El ómnibus probablemente será desarmado. El chofer, quizá sancionado. Y el sistema… seguirá igual. Porque en la Cuba del presente, los accidentes no son excepciones: son consecuencias.

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