Sacan al Doctor Durán de los partes diarios de la actual epidemia tras ser señalado como «cómplice» del régimen para minimizar el número de contagios

Redacción

La aparición de la viceministra de Salud Pública, Carilda Peña García, al frente de los partes diarios sobre dengue y chikungunya no pasó inadvertida. Para muchos cubanos, no es un simple ajuste comunicativo, sino la confirmación de que el régimen decidió mover a Francisco Durán del primer plano ante el rechazo casi unánime que había generado su figura. El epidemiólogo, que durante años fue el “rostro técnico” de las crisis sanitarias, terminó convertido —a ojos de la calle— en vocero político con bata blanca.

En redes sociales el mensaje fue claro: Durán perdió credibilidad. Se le acusa de minimizar cifras, suavizar escenarios y repetir el guion oficial justo cuando hospitales colapsaban y las familias enterraban a los suyos sin estadísticas ni explicaciones. El relevo por Peña García no borra el problema de fondo, pero sí revela que el desgaste era insostenible.

El antecedente incómodo: COVID-19 y la pedagogía del maquillaje

La desconfianza no nació ahora. Durante la pandemia de COVID-19, Francisco Durán fue el narrador diario de una crisis que el Gobierno insistió en presentar como “controlada” mientras faltaban oxígeno, medicamentos y camas. Sus comparecencias, didácticas en la forma y tranquilizadoras en el tono, chocaban con la realidad que circulaba por WhatsApp y Facebook: hospitales desbordados, cifras de muertos subestimadas y decisiones tardías.

A Durán se le recuerda defendiendo aperturas apresuradas, justificando medidas contradictorias y negando escenarios que días después se confirmaban. Para muchos, su papel no fue el de alertar, sino el de amortiguar el impacto político de la pandemia. El resultado fue una ruptura de confianza que hoy vuelve a pasar factura.

De epidemiólogo a escudo del poder

Con dengue y chikungunya, la historia se repite. Primero se negó la gravedad, luego se habló de “rumores”, después de “control”, mientras niños y adolescentes llenaban terapias intensivas y miles de enfermos se quedaban en casa porque ir al hospital era perder el tiempo. La propia admisión de que existe subregistro —porque la gente no acude al médico— dejó en evidencia el fracaso del relato oficial.

En redes, los comentarios fueron demoledores. “Durán solo aparece cuando hay que decir que todo va bien”, escribió un usuario. “Es epidemiólogo del Partido, no del pueblo”, soltó otro. Hubo quien fue más directo: “Cambian al mensajero, pero el mensaje sigue siendo mentira”. Y no faltó el sarcasmo criollo: “Si Durán dice que está controlado, es que viene lo peor”.

Peña García: cambio de cara, misma narrativa

La entrada de Carilda Peña García intenta refrescar la escena, pero no cambia la percepción de fondo. Su discurso reconoce más grietas, sí, pero sigue atrapado en la lógica de minimizar, dosificar y administrar la verdad. El problema no es quién lee el parte; es para qué se lee.

En la calle, el veredicto es sencillo y cruel: ya nadie cree en partes diarios que no se parecen a su realidad. La sustitución de Durán es, en el mejor de los casos, un gesto táctico. En el peor, una confirmación de que el régimen sabe que perdió la batalla de la credibilidad y ahora intenta ganar tiempo.

Mientras tanto, la epidemia real sigue su curso, fuera de cámaras, sin estadísticas completas y con un sistema de salud exhausto. Y por más que roten las caras, la verdad no se cura con voceros. Se cura con transparencia, recursos y respeto por una población que aprendió —a la mala— a no creer cuando le dicen que “todo está bajo control”.

Habilitar notificaciones OK Más adelante