Hay historias del exilio cubano que no solo duelen: desgarran. Historias que resumen, en pocos minutos, años de sacrificio, separaciones forzadas y esperanzas postergadas. La de Hortencia Rosado Rojas es una de esas que cuesta leer sin que se haga un nudo en la garganta.
Hortencia, una cubana de 69 años, murió en Brasil apenas horas después de reencontrarse con su hijo, Adolfo Hechavarría Rosado. Ambos habían pasado por un largo y agotador proceso migratorio con un solo objetivo: volver a abrazarse después de años separados por la necesidad, la distancia y la realidad cruel de Cuba.
La historia salió a la luz gracias a un video difundido en Facebook por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, donde Adolfo, visiblemente destrozado, contó entre lágrimas lo que jamás imaginó vivir.
Durante mucho tiempo, explicó, luchó por sacar a su madre de Cuba. No fue fácil: ahorrar dinero, resolver papeles, buscar rutas posibles y cargar con la angustia de saber que la salud de Hortencia estaba cada vez más frágil. Pero no se rindió. Todo valía la pena si lograba traerla junto a él.
“Ahora en el momento que la logré traer…”, relató con la voz rota, “mi mamá llegó el miércoles aquí, sufrió una ansiedad muy fuerte cuando me vio, se me enfermó y ayer a la una de la tarde falleció aquí en Manaos”.
El camino del sacrificio
Según detalló Mayeta Labrada en otra publicación, Adolfo llegó a Brasil el 23 de septiembre de 2024. Se estableció en Curitiba con una meta clara: trabajar sin descanso para reunir el dinero necesario y sacar a su madre de Cuba cuanto antes.
Hortencia vivía en Santiago de Cuba, en el reparto Dessy, conocido como Chicharrones. Su salud estaba comprometida por la edad y por varias enfermedades, pero aun así resistía, aferrada a la esperanza de volver a ver a su hijo.
A principios de octubre, Adolfo logró reunir el dinero. A inicios de diciembre, finalmente, organizó la salida de su madre. El 8 de diciembre, Hortencia partió de La Habana rumbo a Guyana y al día siguiente ya se encontraba en Brasil.
El reencuentro ocurrió dos días después, de noche, en Manaos. Cuando lo vio, emocionada, Hortencia le gritó: “¡Lo logramos!”. Ese abrazo, tan esperado durante años, fue también el inicio de la tragedia.
El precio emocional del exilio
El impacto del viaje, la tensión acumulada y la emoción desbordada provocaron en Hortencia una fuerte crisis de ansiedad. Fue ingresada de urgencia en el Hospital 28 de Agosto, donde los médicos le informaron a su hijo que padecía desde hacía años un grave problema pulmonar: solo uno de sus pulmones funcionaba.
Su estado empeoró en dos ocasiones. Finalmente, el sábado 13 de diciembre, alrededor de la 1:00 pm, Hortencia falleció. Había logrado salir de Cuba, abrazar a su hijo… y despedirse de la vida casi de inmediato.
El próximo 10 de enero habría cumplido 70 años.
Ahora, lejos de su tierra, será sepultada en Brasil con la ayuda de cubanos solidarios y del gobierno local de Manaos. Mientras tanto, Adolfo enfrenta el duelo en soledad, en un país extranjero, y una pesada carga económica para trasladar los restos de su madre hasta Curitiba.
Más allá del drama personal, esta historia resume una verdad dolorosa del exilio cubano: reencuentros que llegan tarde, despedidas lejos de casa y un precio emocional que nadie contabiliza. Porque emigrar, para la mayoría de los cubanos, no es un sueño: es una necesidad que a veces cobra demasiado caro.










